domingo, 22 de febrero de 2009

El temido retorno de los Búhos de Minerva






ABRAHAM GARCÍA IBARRA
(Exclusivo para Voces del Periodista)

Culto, como era, José López Portillo equiparó a los más contumaces, pero bien informados críticos del modelo económico mexicano como los Búhos de Minerva. En su versión de Atenea, la diosa -protectora de Atenas- es representada hasta ahora con la imagen crepuscular de un búho, pero el ex presidente la aludía en referencia a Aristóteles y Hegel; éste la relacionaba con los filósofos que predicen el futuro cuando las fatalidades se han cumplido.

Ya en la nueva edición del pensamiento único tecnoburocrático, Miguel de la Madrid quiso hacerle al oculista e identificaba a los críticos del neoliberalismo como daltónicos. Más colérica, La familia feliz de la que formaba parte Carlos Salinas de Gortari, se enfrentaba a los intelectuales disidentes motejándolos como agoreros del desastre. Para Ernesto Zedillo, los que no compartían su fundamentalismo económico no pasaban de ser mentes ignorantes. Se fueron los priistas ¿se fueron? y llegaron los panistas al poder, y todo lo que advirtieron los búhos, los daltónicos, los agoreros y los ignorantes pasó a formar parte del lúgubre paisaje mexicano. Ahora, con la lumbre en los aparejos, el presiente designado Felipe Calderón Hinojosa arremete contra los adversarios del neoliberalismo asestándole el calificativo de catastrofistas.

FECAL: El Estado soy yo
El esférico michoacano inició personalmente su embestida discursiva el pasado 5 fe febrero en el Teatro de la Republica, en Querétaro, donde, so capa del 92 aniversario de la Constitución de 1917, puso el histórico recinto bajo sitio y en su interior se hizo acompañar, entre otros, por los preclaros gobernadores de Puebla y Chiapas, Mario Marín Torres y Juan Sabines, respectivamente. Con tan presentables compañías, Calderón Hinojosa veló armas contra los catastrofistas y alarmistas. Convocó literalmente, ocultando nombres de los destinatarios de sus palabras, a rechazar “el catastrofismo sin fundamento, particularmente ahora llevado a extremos absurdos, que daña sensiblemente al país, su imagen internacional, ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitan”.

Demandó asimismo el ilustre orador hacer a un lado “el alarmismo, que ignora el esfuerzo que hacen los mexicanos”. Se puede discrepar, concedió, pero no falsear, dividir y enconar, “mucho menos atentar contra el Estado mismo”. Resulta un tanto sospechosa esta pretendida defensa del Estado, cuando en las troneras del PAN se han refugiado los más pugnaces enemigos históricos del Estado nacional para, desde ahí, continuar su ofensiva contrarrevolucionaria, y el propio mandatario, en lo que va de su gestión, ha asumido como leitmotiv de su quebradiza presidencia su adhesión propagandística a ultranza al mercado. Que no venga ahora a confundir la magnesia con la gimnasia: Los votos de censura son contra su cerril inoperancia como jefe de Estado y no contra el Estado.

Bien vistas las cosas, la primera ofuscada víctima del catastrofismo y el alarmismo parece ser el mismo Calderón Hinojosa:

Casualmente, frente al brutal impacto de la crisis económica que erosiona los fundamentos del libre mercado y del sistema capitalista mismo, los más avisados mexicanos han planteado la revisión del modelo neoliberal, de suerte que se restituya el papel del Estado como rector de una economía socialmente responsable. Lo que ideólogos como el respetable don Jesús Reyes Heroles racionalizaban como Estado Social de Derecho. La razón más poderosa que asiste a los postulantes de esa proposición es que, en medio del maremágnum mundial, las naciones más aceradamente capitalistas, como los Estados Unidos, han tenido que apelar a la función estatal para hacer frente a las ruinas en que han quedado convertidas las estructuras del sistema económico internacional a partir de la debacle provocada por los agentes internos del imperio.

No vayamos más lejos: El pasado 9 de febrero, desde el estado de Indiana, donde al iniciarse 2009 el desempleo ha alcanzado una tasa de más de 15 por ciento, tres veces más que a principios de 2008, el flamante presidente norteamericano, Barack Obama -en campaña popular para defender descomunales subsidios gubernamentales para intentar salvar el resquebrajado mercado-, culpó de la crisis a la avaricia de Wall Street y advirtió que una demora sin fin o la parálisis de Washington frente a la crisis sólo llevarán a un desastre cada vez más profundo. “Lo que puedo decir es que no hacer nada no es opción”, dijo al insistir, como lo hizo después en su primera conferencia de prensa, en que el paquete de contingencia debe tener como prioridad salvar o crear más de cuatro millones de puestos de trabajo. El gobierno, agregó, es la única entidad que queda para romper el ciclo recesivo, que describió como la emergencia económica más profunda desde la Gran Depresión.

Sólo un dato más: El secretario del Tesoro del gabinete de Obama, Timothy Geithner, lo declaró con estas palabras: “El pueblo estadunidense ha perdido la fe en los líderes de nuestras instituciones financieras y es escéptico respecto de que su gobierno, hasta la fecha, ha empleado el dinero de los contribuyentes en maneras que benefician” preferentemente a tales “líderes”.

¿Catastrofista el debutante mandatario a quien, en su viaje de enero a los Estados Unidos, Calderón Hinojosa le propuso una “alianza estratégica” para enfrentar juntos la crisis, porque si a los Estados Unidos le va bien, a México le irá mejor (de lo que se colige que si a los Estados Unidos le está yendo mal, a México le irá peor)? ¿Catastrofista el secretario del Tesoro, que percibe una especie de latente odio de clase en la otrora sociedad de la abundancia?

Obviamente, el punto de convergencia de esos testimonios, son la acusación presidencial a los barones de Wall Street como responsables del cataclismo económico y la desconfianza con la que el pueblo norteamericano ve la reiterada orientación de los privilegios hacia esos empedernidos criminales.

Para el calderonismo, los especuladores primero
Arrinconado, como sus antecesores, en sus supersticiones economicistas, el “humanista” presidente no da pie con bola para sacar al buey de la barranca. Sucesivamente, un plan de emergencia anunciado un día, es sustituido al siguiente por otro, igual de ineficaz. Estrangulado el erario público por el saqueo de más de 800 mil millones de dólares durante más de ocho años de PAN-gobierno, las arcas del Estado no dan ni siquiera para un suspiro a la multitud de medianos y pequeños empresarios que han perdido en meses el patrimonio que les costó vidas y generaciones construir.

Rehén -incluso para algunos aspectos de la política social, como las remuneraciones salariales mínimas- del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, al presidente designado no le ha pasado por la cabeza ni siquiera la más leve insinuación sobre el uso de las reservas de divisas -que al 6 de febrero pasado registraban un monto en libros de 82 mil 85 millones de dólares- para fines productivos. Todo lo contrario, con complacencia suma contempla, como todo jefe de Estado contemplativo, cómo esas reservas se destinan a la especulación, so pretexto de frenar la galopante devaluación del peso.

Al menos en el monitoreo de análisis especializados de algunas instituciones bancarias que operan en México, existe la convicción de que, bajo la excusa de cubrir requerimientos de deuda en dólares, “es posible que algunos participantes de los mercados hayan encontrado alguna forma de hacer utilidades con posiciones cambiarias especulativas, afectando el desempeño de todo el mercado” (Mario Correa, de la división de Estudios Económicos y Planeación Estratégica del Grupo Financiero Scotiabank. La Jornada, 8 de febrero.)

Asesores económicos de órganos legislativos federales e investigadores del Instituto de de Investigaciones Económicas de la UNAM, calculan que, desde la segunda semana de octubre de 2008, en que el Banco de México rompió su neutralidad y empezó a intervenir abiertamente en el mercado cambiario, ha rematado más de 26 mil millones de dólares en divisas para revertir la devaluación (esto es, de más de 270 mil millones de pesos, a un promedio de 14 por dólar). ¿Cómo es que los directivos de la banca central siguen hablando de más de 82 mil millones de dólares en reservas en un periodo en que la balanza comercial sigue a la baja por la restricción de las exportaciones mexicanas? Como sea, algunos expertos advierten que el agotamiento de las divisas puede producirse más temprano que tarde, sin ningún provecho para la economía nacional y sí de los más rapaces e impunes agentes de las centrales cambiarias. ¿Catastrofistas, esos augures?

Otros “alarmistas” reportan la retracción de la inversión extranjera directa en 2009, lo que por si solo debiera llamar a discreción a los publicistas del gobierno que siguen esperando esos recursos como maná caído del cielo. Peor aún: a la disminución del ingreso por inversión extranjera, se agrega la fuga de capitales iniciada a todo galope desde 2008. Miembros del Congreso de la Unión, dado el secretismo cómplice del Banco de México, consideran que a estas alturas la fuga es incuantificable, pero tienen por seguro que bancos extranjeros que operan en la frontera con los Estados Unidos están enviando aceleradamente a sus matrices caudales de divisas, sin que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores diga esta boca es mía. Ah que legisladores tan “catastrofistas”.

Con Sansón a las patadas
En pleno escándalo por los chismes burocráticos en el interior de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, la subsecretaria del ramo defenestrada, Purificación Carpinteyro, en entrevista radiofónica declaró sin pelos en la lengua: El presidente Calderón no sólo está desinformado, sino mal informado. Si eso vale para los conflictos en la SCT, vale para el resto de la actividad presidencial, Seguramente ocupado en atender su agenda mediática con más entusiasmo que Vicente Fox, Calderón Hinojosa no tiene tiempo, ya no de bien informarse, sino simplemente de informarse. Ni siquiera se da por enterado del hastío con el que el público reunido en sus actos públicos recibe sus cotidianos choros. Recientemente, en un evento organizado por burócratas del deporte, eran visibles los jóvenes acarreados que, alejados de la atención a su mensaje, lucían en las orejas audífonos conectados ora a un celular ora a un aparato por los que escuchaban a algún conjunto musical de moda de su preferencia. Mejor que los gritos de “espurio” escuchados en otros eventos.

Viene al caso esa referencia, porque al presidente designado pareció tomarle por sorpresa la serie de verdades como catedral y advertencias que hizo el magnate Carlos Slim Helú al participar en el foro México ante la crisis: ¿Qué hacer?, organizado por el Poder Legislativo. Ahí, el segundo hombre más rico del mundo, que no lo es por ignorancia o falta de pericia financiera, advirtió que se desplomará el Producto Interno Bruto mexicano, habrá quiebras de empresas de todo tamaño y cierre de comercios y crecerá el desempleo. ¿Qué hacer? Una lección para párvulos: tener como prioridad el empleo, el ingreso de las famitas, el apoyo al sector agropecuario, a las pequeñas y medianas empresas y el desarrollo de infraestructura, así como privilegiar el nacionalismo económico en el consumo. ¿No eso acaso lo que prometió Calderón Hinojosa en su Plan Nacional de Desarrollo y lo repite hasta el cansancio en sus discursos? Pero el presidente del Grupo Carso dijo más: Los monopolios estatales no deber usarse como fuente de ingresos fiscales, con aumento constante al precio de los energéticos. La inversión extranjera no es un donativo, sino dinero que llega cuando los países son competitivos, ofrecen buenas utilidades y, en consecuencia, son atractivos. En otro enfoque, recomendó volcarse en la economía interna: “La globalización no es una alternativa, es una necesidad. Me llama la atención que sigan los dogmas después de 26 años de fracaso”.

El presidente designado salió por peteneras y lanzó al cuadrilátero a un producto bruto egresado de la Escuela Libre de Derecho que cobra como secretario de Trabajo y Previsión Social: Javier Lozano Alarcón, mejor conocido como copelas o cuello. El peso mosca pretendió que heriría la yugular del más acaudalado entre los mexicanos y, a falta de ideas y proyectos, le asestó los epítetos de aventurero y catastrofista. Pero fue más allá al caracterizarlo como chantajista, habida cuenta que a lo mejor, a su juicio, lo que quiere son más concesiones en áreas donde no las ha obtenido. Sus pronósticos, aseguró, obedecen a un buen deseo de que las empresas se abaraten para luego comprarlas”. Fue indulgente, sin embargo, le prometió que “no habrá represalias”. Al día siguiente, la empresa insignia de Slim Helú, Teléfonos de México, anunció que, de los 12 mil millones de dólares de inversión prevista para 2009, cancelará cuatro mil millones de dólares, Incertidumbre jurídica y escasas condiciones para prever decisiones de negocio, fue la explicación dada.

¿Quién polariza a los mexicanos?
Durante el proceso electoral de 2006, el PAN y sus cajas de resonancia acusaron ferozmente a Andrés Manuel López Obrador de constituirse en el enemigo de México que andaba incitando a la polarización de los mexicanos. Ya en Los Pinos, en cuanta oportunidad se le ha presentado, Calderón Hinojosa acusa al tabasqueño de sembrar discordia para cosechar odio. ¿Quién polariza ahora a los mexicanos? ¿Un disidente demonizado o los depositarios del poder usurpado?

Como culminación de una serie de jornadas de protesta, a fines de enero se realizaron en la Ciudad de México y en diversas capitales de los estados multitudinarias movilizaciones del Pacto Nacional Obrero-Campesino para denunciar las contrapolíticas agropecuaria y laboral del gobierno calderoniano. En ellas no se pidió más de lo que recomendó días después Slim Helú: considerar prioridades el apoyo al campo y la protección del empleo y el salario. Las respuestas a esos reclamos quedaron a cargo de los mendaces Alberto Cárdenas Jiménez y de Javier Lozano Alarcón. Éste, con el tacto de artillero que lo distingue, encontró en la primera semana de febrero que la solución final a la tragedia que vive la clase trabajadora mexicana está en la derogación de la Ley Federal del Trabajo. Así, de ese tamaño.

Febrero, antaño mes de la Constitución: En un corte al día 10 se tenía un balance “anticatastrofista” de de sólo 300 ejecutados durante lo que iba del año en el combate al crimen organizado. Es el apocalíptico espectro que se cierne sobre los procesos electorales de 2009, con un PAN que si se vende por las calles de la amargura.

En ese macabro entorno, “los alarmistas” obispos Carlos Aguiar Retes y José Leopoldo, respectivamente presidente y secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano -con el que el presidente designado gusta de alabar las glorias de San Felipe de Jesús-, firmaron un comunicado de prensa para condenar tímidamente, en el marco de la extenuante crisis económica, el excesivo presupuesto destinado a financiar la guerra electoral de 2009, y advertir que el despilfarro de dinero público sólo generará mayor desconfianza de los ciudadanos. Demandaron -ay, la falsa ingenuidad- que los partidos y candidatos privilegien el bien del país por encima de la lucha por el poder. Se pueden pedir peras al olmo.

En fin, dejemos a los pusilánimes con sus metálicos Búhos de Minera. A los mexicanos les sobra con la variedad autóctona que recuerda que, cuando el tecolote canta/ el indio muere/ dicen que eso no es cierto… pero sucede.

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