Fuente: La Jornada de Veracruz
El 28 de julio, doce días antes del arribo a Guadalajara de los mandatarios de Estados Unidos y Canadá, el diario estadunidense The Washington Post publicó en su primera plana una extensa nota sobre la situación del narcotráfico en México. Bajo el título de “Urge una nueva estrategia en México” afirma que la guerra contra los cárteles de la droga está perdiendo apoyo político. La revista Proceso en su edición 1710 del pasado lunes resume los puntos que consideró importantes del artículo.
Firmado en la Ciudad de México, el Washington Post empieza con la afirmación que Felipe Calderón está bajo una creciente presión para restaurar su estrategia antinarcóticos –apoyada por los EU– de la cual muchos políticos y analistas afirman que está fracasando en medio de espectaculares operaciones de los cárteles contra el gobierno. Ahora, sostiene el artículo, hay llamados fundamentados para un cambio de estrategia, provenientes incluso de entre los aliados de Calderón en el PAN, que dicen que el despliegue de 45 mil soldados para combatir a los cárteles es un plan defectuoso que se basa demasiado en la fuerza militar para parar la violencia y la anarquía. Luego cita al senador panista Ramón Galindo Noriega: “La gente en México pierde la esperanza y es urgente que el Congreso, los partidos polìticos y el Presidente reconsideren esta estrategia”. El artículo menciona que Galindo es uno de los que apoyaron la candidatura de Calderón en Chihuahua y es ex alcalde de Ciudad Juárez”, urbe fronteriza que, en lo que va del año, se han matado a mil 100 personas.
Luego reporta que funcionarios estadunidenses piensan que México enfrenta una campaña más larga y sangrienta de lo que había anticipado y que probablemente requiera de más ayuda de EU. Y en eso el Washington Post es exacto. Calderón ni remotamente pensó que basarse únicamente en la solución de la fuerza fuera a tener tan desastrosas consecuencias.
Lo único que quería era ampliar sus muy estrechos márgenes de legitimación. Pensó que un par de acciones espectaculares y mediáticas bastarían. Nunca calculó, ni se ocupó de hacer la elemental relación de que, a mayor poder financiero del crimen organizado, más capacidad de traducirlo en poder de fuego. Y si lo calculó, no le importó en el afán de legitimarse. Y, vistos los resultados, fue craso error.
Muy craso. Los funcionarios estadunidenses, y los mexicanos también, afirman que México enfrenta un desafío mucho mayor que el de Colombia, en buena medida por su frontera con los EU, el mercado de drogas más grande del mundo, y también porque tiene casi el doble del territorio colombiano.
Una vez pasadas las elecciones que reprobaron a Calderón, en medio de una crisis a la cual no se le alcanza a ver límite, con un gobierno federal punto menos que quebrado y a punto de cerrar por completo la llave del dinero para todo tipo de programas y, más grave, para los estados federales y municipios, la pregunta es si Felipe Calderón verdaderamente piensa que el país puede resistir otros tres años de esta receta, con la violencia que socava la credibilidad en el gobierno.
El gobierno mexicano y algunos funcionarios de EU afirman que la estrategia militar está funcionando. Lo dicen con base en que, desde que Calderón tomó posesión en 2006, las autoridades han detenido, según datos oficiales que reproduce la Editorial, a 76 mil 765 personas de todos niveles acusadas de narcotráfico y se han extraditado a 187 miembros destacados de cárteles hacia los Estados Unidos.
El artículo del Washington Post afirma que acorde con los asesores en seguridad de Calderón, tenían pocas opciones además del Ejército. Una de ellas, que no mencionan desde luego, era no hacer la inmensa estupidez de encargar a soldados una política de seguridad pública que, antes de serlo, era de propaganda para, con base en la imagen de firmeza asociada al Ejército, legitimar un gobierno en severas condiciones de debilidad.
Entrevistado en el artículo de marras, Fernando Gómez Mont le confiesa al reportero que “nadie nos ha dicho qué alternativas tenemos”. Cualquiera esperaría que no tuvieran los señores necesidad de que alguien les desagregara las alternativas que tienen. Que desde luego las tienen. Lo que se espera de ellos es la madurez mínima indispensable asociada a evaluar lo que se ha hecho y apegarse a lo que los resultados arrojan.
Gómez Mont añade que “Nos hemos comprometido a aguantar esta ola de violencia. Estamos fortaleciendo nuestra capacidad para proteger a las víctimas inocentes de este proceso, que es lo más importante. No vamos a mirar hacia otro lado...”
Comprometerse a soportar la violencia en el pellejo ajeno es cuestionable, pero en seguida decir que se está fortaleciendo, en tiempo presente, su capacidad para proteger a las víctimas inocentes –léase la población en general– y que eso es lo más importante, no tiene desperdicio.
Uno supondría que antes de llevar la violencia a lo largo y ancho del territorio, tendrían ya la fuerza suficiente para proteger a la población. Pero es claro que no.
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