Alberto Rabilotta
ALAI AMLATINA, 14/03/2013.- La crisis estructural que afecta a prácticamente el conjunto de las economías del “capitalismo avanzado” sigue sin solución a la vista. Crecimiento bajo, nulo o franca recesión están acumulando desde hace más de cuatro años los efectos de la crisis en las sociedades. En muchos países el acelerado proceso de “disolución social” está generando crecientes tensiones sociales y políticas.
Agravada por las políticas adoptadas por los gobiernos en el curso de las últimas décadas para favorecer a intereses específicos del capital financiero y de las empresas transnacionales, esta crisis se ha transformado en una grave crisis social y política.
Fue en efecto a partir de decisiones políticas, apoyadas por un consenso de los “partidos de gobierno” –conservadores, liberales y socialdemócratas- de los “países avanzados” para hallar una salida a la baja tendencial de las ganancias en las empresas del capitalismo industrial, que se adoptaron las políticas para facilitar la transnacionalización de las empresas y la financiarización de las economías, liberándolas de los imperativos sociales y políticos, poniendo el conjunto de las economías fuera del alcance de las decisiones soberanas de los pueblos, de sus asambleas legislativas, y bajo el mando exclusivo de instituciones y organismos nacionales e internacionales concebidas y creadas para ser “independientes” de la sociedad y sometidas al mercado, como los bancos centrales, las cortes y los tribunales de arbitraje comercial y de inversiones, y los acuerdos de liberalización comercial, por ejemplo (1).
Dicho de otra manera, si el modelo neoliberal fue puesto en marcha eso se debió a que los partidos políticos que desde hace tres décadas se alternan en los gobiernos aceptaron la premisa de los grandes intereses financieros: que los mercados se autorregulan y toman las mejores decisiones para las economías, y que el único rol posible y aceptable de los partidos políticos y de los gobiernos es el de convertirse en los ejecutores de las políticas de un sistema que excluye toda noción de cambio de rumbo que le perjudica y anula definitivamente la idea del poder soberano de los pueblos ejercido a través de la democracia electoral, por ejemplo.
El “no hay otra salida” de Jean-Claude Juncker.
La prueba de lo anterior fue aportada por Jean-Claude Juncker, ex presidente del Consejo de ministros de Economía y Finanzas de la zona euro (Eurogrupo) del Parlamento Europeo, primer ministro y titular de Economía de Luxemburgo, quien en enero pasado, poco antes de terminar su mandato, criticó las políticas de austeridad y la manera como estaban siendo aplicadas (2), y que ahora, dos meses más tarde, afirma en una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel (3) que si los resultados de la elección en Italia significan “el fin de la política de reformas, eso sería un serio error. La consecuencia del resultado de la elección en Italia no puede ser un súbito retorno a las políticas que causaron la catástrofe. No es posible combatir la crisis financiera y económica cargando con nuevas deudas a un Estado ya fuertemente endeudado. No hay otra salida que una sólida política presupuestaria”, o sea continuar con las políticas de Mario Monti, el tecnócrata designado por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI) para gobernar a Italia.
Más aún, preguntado si los políticos italianos deben proseguir una política que la mayoría de los italianos no apoyan, Juncker respondió a Der Spiegel diciendo que haría una declaración percutante: “Uno no debe proseguir políticas equivocadas simplemente porque teme no ser reelecto. Aquellos que tienen la intención de gobernar tienen que tomar la responsabilidad por sus países y por Europa en su totalidad. Esto significa, si fuera necesario, que deben proseguir las políticas correctas, incluso cuando muchos votantes piensan que son equivocadas”.
Y cuando el entrevistador le pregunta si no es esa una “rara” forma de entender la democracia, el ex presidente del Eurogrupo responde lo siguiente: “Por supuesto que los políticos deben respetar la voluntad del pueblo tanto como sea posible, siempre que adhiera a los Tratados europeos () En Europa, más que a nivel de las políticas nacionales, tenemos que seguir el principio establecido por Martín Lutero: utiliza el lenguaje que la gente pueda entender, pero no solo le digas lo que ellos quieren escuchar”.
Al final de la entrevista, cuando es preguntado si la caída del euro será el fin de la Unión Europea, Juncker responde que “las preguntas existenciales no deben siquiera ser planteadas”. Lo que quiere decir que los pueblos ni siquiera tienen derecho a plantearse, y mucho menos a querer hacer efectivo el cambio de las políticas que los están aplastando. A tal punto llega Juncker para meter el miedo que evoca, en esa entrevista, el retorno del espectro de la guerra si se hacen cambios sustanciales. Como lo dijo Margaret Thatcher, no hay alternativa posible al reino de los mercados sobre la sociedad.
En este contexto, qué pensar y cómo reaccionar cuando ya se discute, en medio de esta depresión laboral que en realidad exigiría disminuir la edad de retiro y reducir la jornada laboral sin afectar el salario, que la edad de retiro debe ser llevada hasta los 75 años o más, como declaró recientemente el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt (4), quien afirmó que los suecos deben prepararse para trabajar hasta los 75 años de edad y cambiar de carreras “en el medio de su vida laboral si quieren mantener los niveles de bienestar” a los que están acostumbrados.
A quien esto escribe no le sorprende lo que Reinfeldt “puso sobre la mesa”, porque hace una decena de años escuchó lo mismo de la boca del canadiense Donald Johnston, en ese entonces Secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), cuando en entrevista al margen de ese “mini-Davos” que es la Conferencia de Montreal, declaró que era necesario aumentar hasta los 70 o 75 años la edad de retiro.
Johnston, un ex ministro canadiense muy accesible, se disgustó mucho cuando le respondí que simple y llanamente esa propuesta significaba eliminar la jubilación para la mayoría de trabajadores de muchos sectores, porque morirían antes o muy poco después de alcanzar la edad de retiro si estaban obligados a trabajar hasta los 75 años.
Pues bien, ahora el tema “está definitivamente sobre la mesa” porque ha sido recogido y lo están “analizando” y difundiendo con tono positivo los “expertos” y la prensa (5) y por lo tanto forma ya parte del plan a ejecutar: Citando a la Oficinal Nacional de Estadísticas el diario británico Telegraph UK afirma que la “revolución cuentapropista” ha permitido que 346 mil británicos de más de 65 años estén trabajando, y que actualmente el número de gente trabajando más allá de la edad de jubilación se eleva a un millón 400 mil personas, el doble de las cifras de hace 20 años. Peor aun, según los sesudos cálculos de Douglas McWilliams, presidente ejecutivo del “think tank” Center for Economics and Business Research del Reino Unido, “alguien que se incorpora a la fuerza laboral del Reino Unido a alrededor de los 20 años de edad, tendrá probablemente que trabajar hasta que él o ella lleguen a los 75, sino más edad, para poder retirarse con una proporción decente de pre-ingreso por jubilación”.
Podríamos continuar con muchos ejemplos más de estas políticas antisociales, ya que si hay algo que se debería hacer en los “países avanzados”, donde el problema no es la producción de riqueza sino que está siendo acaparada por la oligarquía, es reducir la jornada laboral –sin reducción de salario- y bajar a 60 años la edad de retiro, para poder emplear a los desempleados y darle una oportunidad a esta generación de jóvenes que parece condenada a la exclusión laboral y social.
Todo esto explica que ya no hay país en la UE donde falte un partido anti-euro, a veces nacido como respuesta al “dictado de Bruselas” y al sometimiento de los gobiernos nacionales a las políticas monetarias e industriales de la UE. En otros casos se trata de partidos neonazis –como Amanecer Dorado en Grecia- creados por las crisis económicas y sociales, y a veces, como en Francia con el Frente Nacional, de existentes partidos de extrema derecha que se montan en la ola de la reacción popular contra el euro y la UE.
Hasta en Alemania, no por las mismas razones que en el resto de la UE, acaba de nacer la iniciativa anti-euro “Alternativa para Alemania”, apoyada por la crema del conservadurismo académico. En Austria el exitoso y conocido hombre de negocios austro-canadiense Frank Stronach (que en los años 50 creó en Canadá una pequeña empresa que hoy día es la transnacional de piezas para automóviles Magna Internacional), está construyendo su propio partido anti-euro, y si Stronach está en eso es porque le ve futuro.
Disolución social y polarización extrema.
Es claro que son las radicales políticas neoliberales de la UE que crean esta disolución social visible ya en muchos países europeos, y que también crean las peligrosas polarizaciones políticas que se manifiestan en los partidos de extrema derecha que proponen demagógicas “soluciones nacionales”, en realidad proyectos corporativistas reaccionarios y al servicio del capital.
En medio de esta rigidez, de las provocadoras políticas de austeridad y de los desoladores procesos de disolución social que están destruyendo lo poco que quedaba de la vida familiar y social -mediante la eliminación o brutal disminución de los programas sociales, la privatización de los servicios públicos básicos, bajas de salarios y pensiones, la eliminación de la seguridad laboral e implantación de la flexibilidad laboral que imponen trabajos inestables, alejados de los lugares de vivienda y mal pagados, el desempleo crónico entre los jóvenes y no tan jóvenes., etcétera-, no es de extrañar el crecimiento, en estos países, de una poderosa frustración social y un gran desencanto político.
Esta frustración social y desencanto político ha sido en parte hábilmente encauzada por las fuerzas conservadoras y los medios de comunicación, para convertirla en un rechazo a todo lo que sea partidos políticos, y sobre todo en un rechazo a las ideas o propuestas de cambios que tengan contenido socialista. De rechazo también hacia los sindicatos –que protegen los empleos de sus afiliados- y en general el cultivo del odio hacia los extranjeros que “nos roban el trabajo” –los partidos de extrema derecha en Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Finlandia, etc.-, o a “esos países y holgazanes que quieren vivir de nosotros”, como sucede en Alemania, Finlandia y otros países nórdicos cuyos bancos y fondos de pensión son acreedores de la impagable deuda de los países periféricos de la UE.
Pero también hay movimientos que no son definibles, como el caso del Movimiento 5 Estrellas en Italia, porque al lado de la mayoría de sus reivindicaciones programáticas –que si no lo están deberían estarlo en los programas de la izquierda, en particular de la izquierda radical (6)-, figuran reivindicaciones para eliminar los sindicatos o negarle el derecho a la ciudadanía a los nacidos en Italia de padres extranjeros, que claramente pertenecen al ideario ultraconservador o de extrema derecha.
El comentarista político Thomas Walkom, del diario canadiense Toronto Star, escribía (28-02-2012) que “los políticos de todo el mundo deberían sabiamente tomar nota. Este no es solo un caso de bobera por parte de los italianos. Es el caso de votantes diciendo que están hasta la coronilla de postrarse ante el mercado de bonos, los reductores de déficits y todos aquellos que quieren reformar el sistema de pensiones para eliminarlo. Más puntualmente, ya están hasta la coronilla de los llamados moderados y de sus expertos que saben todo”, y de esos partidos socialdemócratas que “hacen las cosas ‘razonables’, que demuestran su ‘madurez’ política y apoyan las ‘necesarias’ restricciones fiscales”, como los ya desacreditados socialdemócratas griegos, y ahora el Partido Demócrata italiano.
¿Cuál debería ser el papel de la izquierda radical?
No se puede ignorar que la “izquierda radical” –los partidos y el abanico de fuerzas sociales que no han renunciado a la revolución social-, han tardado y en muchos casos siguen tardando en proponer las propuestas y alternativas políticas realizables que respondan a la realidad concreta de esta crisis estructural y a las aspiraciones de las masas –entendidas como pluralidad social-, que manifiestamente quieren detener este proceso de disolución social y recomenzar la reconstrucción social sobre otras bases que las actuales.
En 1998, en una entrevista (7) y respondiendo a la pregunta de cómo veía la emergencia de una nueva izquierda capaz de dirigirse resueltamente hacia el futuro y “osar el éxodo” hacia el pos-capitalismo, el filósofo André Gorz enunció tres aspectos: 1) la necesidad de tener una comprensión teórica de la mutación que estamos viviendo, de su proyección a largo plazo, de los impasses y crisis hacia las cuales el sistema se dirige; 2) tener una visión de los contornos de la sociedad pos-capitalista y pos-mercantil susceptible de suceder a los escombros de la sociedad salarial de la cual estamos saliendo; 3) alcanzar la capacidad de concretar ésta visión mediante acciones, exigencias, propuestas políticas a la vez anticipatorias y plausibles, realizables actualmente mediante objetivos intermediarios.
El cuarto factor que hay que incorporar, decía Gorz hace 15 años, es “el no funcionamiento, los fracasos, los riesgos de implosión de más en más evidentes a los cuales conduce la aplicación de la ideología economicista dominante. Estados Unidos y Gran Bretaña están en vísperas de una recesión, el Extremo Oriente en estado de colapso, en Europa el rechazo del ‘pensamiento único’ y de la política única impuesta por el poder financiero mundial ha ganado mucho terreno en (los últimos) dos años. Yo creo que una nueva izquierda no puede ser otra cosa que una nueva extrema izquierda, pero plural, no dogmática, transnacional, ecológica, portadora de un proyecto de civilización”.
En cuanto a la democracia…
En el Diccionario de la Lengua Española democracia tiene dos acepciones: a) Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno; b) Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
Si la de definición es tan clara –intervención y predominio del pueblo en el gobierno-, por qué algunos políticos y “expertos”, y la mayoría de la gran prensa europea y norteamericana han destilado y siguen destilando tanto veneno hacia Hugo Chávez y el proceso bolivariano en Venezuela, que es un magnifico ejemplo de lo que en su doble acepción constituye la democracia.
Y si escribo sobre esto es porque antes de la dolida muerte de Hugo Chávez, cuando se conoció el resultado de la elección en Italia, por la reacción de los políticos europeos y de sus “expertos” ya era una obligación a volver a decir que dentro del sistema capitalista hace tiempo que la democracia burguesa –no hablemos de la participativa- es un estorbo.
Hoy es más necesario que nunca recordar que las importantes conquistas sindicales y sociales que ahora el neoliberalismo está destruyendo, así como cierta vigencia temporal de la democracia, y sobre todo la descolonización en África, Asia y Oceanía, todas estas fueron en realidad la obligada respuesta del imperialismo estadounidense y de la antiguas potencias imperiales o coloniales –Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Portugal-, a las persistentes luchas obreras, al crecimiento de los partidos socialistas y comunistas, a las luchas de los pueblos colonizados y, a partir los años 40 del pasado siglo, a la existencia de una Unión Soviética con prestigio en las masas y poderosa militarmente, de un “campo socialista” en el Este de Europa y del triunfo de la Revolución en China.
Parafraseando al historiador, profesor y amigo Yakov Rabkin, las concesiones que EE.UU. y sus aliados tuvieron que hacer, como la descolonización y el respeto de la soberanía de los pueblos, duraron muy poco y definitivamente son cosa del pasado desde el desmembramiento de la Unión Soviética.
La Vèrdiere, Francia
Notas:
Neoliberalismo, corporativismo y totalitarismo
3.- Entrevista con Jean-Claude Juncker, Der Spiegel
6.- Programa de Movimiento 5 Estrellas, en italiano:
7.- André Gorz, « Oser l’exode » de la société de travail vers la production de soi - Entrevista realizada por Yovan Gilles para « Les périphériques vous parlent », primavera de 1998
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
Mas informacion: http://alainet.org