Por : Paula Carrizosa
Ante la crisis económica mundial, consideró el escritor canadiense John Ralston (Ottawa, 1947), “son necesarias las políticas públicas basadas en la realidad y en la gente, dejando a un lado lo abstracto y romántico de las políticas globalizadoras”.
De visita en Puebla para presentar su libro El colapso de la globalización y la reinvención del mundo, indicó que la élite gobernante nunca ha estado cercana ni interesada en la gente, sino que le exige ser “flexible” para adecuarse a las crisis, para aguantar.
“La nueva realidad económica debe estructurarse alrededor de la población, de un quehacer práctico en el que no debe haber exceso de producción y en el que es necesaria una reforma educativa opuesta a la actual”.
Durante una entrevista con La Jornada de Oriente Ralston ahondó sobre los planteamientos de su libro editado al español por RBA. Uno de ellos propone que la gente de negocios, las universidades y los gobernantes se quedaron atrapados en los años 80 del siglo anterior, lo que les ha llevado a tener reacciones y respuestas erróneas, que no funcionan en el contexto actual de crisis.
“Básicamente las élites, hasta las que se creían más sólidas, se enfocaron en salvar bancos y no a la gente, y ello es signo de que están fuera de su realidad y de su tiempo”.
Para el filósofo y escritor ha habido dos respuestas al emergente estado de crisis por el que atraviesa Europa: “una ha sido la reacción del populismo, a veces bueno, otras malo y en ocasiones ambos; y el otro ha sido la organización de las personas en la calle, en el enojo que sale a marchar”.
Indicó que el actual populismo en Europa ha tomado ciertas características racistas y una “forma nada interesante” de nacionalismo que recrea el pensamiento del siglo XIX. En el caso de América Latina, señaló que el populismo es más complicado porque tiene que ver con situaciones más distantes y de extrema pobreza, en las que se mezclan asuntos positivos y negativos.
“El populismo nunca es una solución a largo plazo, sino de 10 o 20 años, además de que tiene más desventajas porque en la mayoría de las veces no está basado en una sólida participación social, sino en la emocional, que responde a la injusticia social y a la económica”.
Para John Ralston, también autor de La incivilización inconsciente, los movimientos sociales –los suscitados en España, Grecia y México, por ejemplo– constituyeron un intento de enviar un llamado a los gobiernos, incluso a los medios de comunicación, para decir: “no estamos contentos. Para. Escúchanos”.
Advirtió que si la élite no escucha y atiende todos estos llamados, está condenada a poner en riesgo la democracia de los países, provocando un “tipo de enojo que se eleva a cierto grado y que estalla y ocurre rápido, como la historia lo demuestra”.
“Lo importante es no regresar a las estructuras económicas elitistas de la globalización, ya que hacerlo se puede convertir en un suicidio”.
Es momento de tener nuevas ideas
Para el canadiense John Ralston es momento de tener nuevas ideas y repensar el desafío económico que debe incidir, necesariamente, en lo social, ya que es en los países europeos y en Estados Unidos donde se repiten las fórmulas viejas y teniendo la posibilidad de ejercer otro tipo de economías –como sucede en China, India o Brasil–, las élites gobernantes tienen miedo.
“En Europa construyeron su economía con base en los bancos y jamás en establecer un diálogo con la sociedad, porque aunque era fácil hacerlo, tuvieron miedo, les causaba un desorden intelectual”.
Señaló que es posible que las ideas vengan de países como México, Argentina o Brasil, pero que una condicional será cambiar las formas de educación en las universidades. “Apuesto que si voy a la Facultad de Filosofía de esta ciudad me encuentro con que están enseñando a los griegos, sin pensar en la aportación de sus propios filósofos”.
Puso como ejemplo Canadá, país del que es originario, en donde un cambio ejemplar está proviniendo de los indígenas, porque frente a las ideas racionales y lineales de los occidentales ellos proponen un nuevo modelo en el que se pone al ser humano como centro y base de cualquier proyecto, seguido de la preocupación por el medio ambiente, la salud y la producción. “Sus ideas son circulares, espaciales y ponen al humano en la punta de la pirámide y no viceversa”.
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