Fuente: La Jornada de Zacatecas
Difusión Soberanía Popular
Redacción
Guadalupe Cruz Jaimes
Por primera vez en los 95 años del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), las trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y las que laboran en la organización sindical conformaron su propio frente de lucha.
El Movimiento de Mujeres Electricistas en Resistencia está integrado por cerca de 2 mil 500 de las 4 mil trabajadoras de LFC; 600 de las mil 500 jubiladas y poco más de la mitad de las 800 empleadas del SME, quienes se sumaron a la protesta convocada por los líderes sindicales horas después del decreto presidencial emitido el pasado 10 de octubre para desaparecer la paraestatal.
La historia de las mujeres del SME, grabada en la memoria de las trabajadoras más antiguas, registra que las electricistas no habían protestado desde 1987, cuando el sindicato se fue tres días a huelga por aumento salarial. De esa movilización surgió la Brigada Femenina, relata Patricia Juárez, quien laboraba en LFC desde hace 24 años.
Las integrantes de la brigada, además de instaurar en el sindicato el festejo del Día Internacional de la Mujer, en 2005 lograron integrar una cláusula en el Contrato Colectivo de Trabajo del SME que sanciona el hostigamiento sexual.
Con el tiempo el nombre de la agrupación dejó de usarse, pero las pioneras del movimiento, algunas jubiladas, siguieron activas. No obstante, desde finales de los 80 a la fecha la participación sindical femenina ha sido limitada: “como somos minoría ha sido difícil abrirnos paso”, asevera Patricia.
Hoy las electricistas manifiestan en las calles su rechazo hacia el decreto calderonista. A dos semanas del inicio de su movimiento, las autodenominadas Smeítas han sido escuchadas por organismos defensores de derechos humanos nacionales y extranjeros, partidos políticos y dependencias de gobierno. Saben que de más de 44 mil electricistas sin empleo, ellas son 10 por ciento.
Crisis y liderazgos femeninos
Ante la desocupación “en la que el gobierno del empleo nos dejó de un día para otro”, las sindicalistas “salimos por la restitución de nuestros derechos”, señalan las electricistas, quienes son ejemplo de que durante las crisis económicas, políticas y sociales las mujeres se levantan, se organizan y se vuelven lideresas.
Mónica Jiménez, coordinadora del Movimiento de Mujeres Electricistas en Resistencia, vive ese proceso casi sin tomar conciencia de que hasta hace unos días la voz de las mujeres en el sindicato, integrado la mayoría por hombres, era prácticamente inaudible. Hoy, como cabeza del frente, es partícipe y ejecutora de las decisiones del Comité Central del SME.
En el local sindical, en asambleas, mítines, marchas o en el brigadeo, las trabajadoras en lucha se distinguen por las gorras rojas que mandaron hacer, que tienen al frente, bordado en letras negras: “Mujeres Electricistas”.
“Somos más de 4 mil mujeres que nos quedamos en la calle y no vamos a permitirlo”, advirtieron las sindicalistas, quienes con la extinción de la paraestatal se sumaron a los 2.9 millones de personas sin empleo que había hasta septiembre pasado, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Lilia Martínez es una de ellas. “A mis 52 años, ¿quién me va a contratar?”, cuestiona. Y es que con el cierre de la compañía, más de 45 personas quedaron en la desocupación; problema que, según el Inegi, afecta más a las mujeres, ya que su tasa de desempleo es 1.07 por ciento mayor que la de los hombres.
Por el trabajo, por la dignidad
La restitución de sus trabajos es el aliciente principal de las electricistas, “muchas” jefas de familia y madres solteras, quienes forman parte de las estadísticas oficiales: uno de cada tres hogares en el país es encabezado por mujeres.
La lideresa de las electricistas se cuenta entre ellas. “Tengo una hija de dos años a la que no le puedo decir que no hay leche. Por ella debo seguir en la lucha para recuperar mi trabajo y darle una vida digna”, arguye.
Mónica, quien antes del pasado 10 de octubre –cuando la Policía Federal tomó las 30 sucursales de LFC y las 64 agencias foráneas ubicadas en Puebla, Hidalgo, estado de México y Morelos– era representante del Departamento de Tabuladoras, donde laboraban 524 mujeres, estima que la situación económica de sus compañeras es “crítica”.
Mientras el movimiento crece a la voz de “¡SME, avanza, tus mujeres se levantan!”, las carencias aumentan en los hogares de las trabajadoras, quienes buscan mantener viva su lucha: venden tamales y quesadillas, “botean” en la calle y en el transporte público, “todo antes que firmar la liquidación que nos ofrecen”, coinciden.
Para las más de mil personas que laboran en el sindicato, de las que 80 por ciento son mujeres, las dificultades se agudizan. Marina, madre soltera y oficinista del SME, señala que a diferencia del personal de LFC, ella tiene menores oportunidades de “subsistir” porque su salario es, en promedio, 30 por ciento menor que el de una empleada de la paraestatal.
Pese a la incertidumbre, trabajadoras de LFC y del sindicato dejan claro: “¡aquí se ve la fuerza del SME!”. Lo repiten, puño en alto, durante las protestas dirigidas también contra el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que hasta esta semana negó atención médica a 80 trabajadoras embarazadas y a 455 personas que padecen cáncer, requieren diálisis o necesitan antidepresivos.
Las clínicas 26 y 192 del IMSS violaron la ley de ese instituto y la Ley Federal del Trabajo, que establecen que las y los trabajadores deben gozar de atención médica durante las ocho semanas posteriores al despido, comenta Manuel Fuentes, abogado del SME.
La “injusticia es nuestro motor. No será sencillo, pero tenemos de nuestro lado la Constitución”, afirma confiado en la argumentación de los especialistas en justicia laboral.
Hoy, las llamadas Smeítas, pese a las vicisitudes, hacen de su indignación un movimiento con frutos. La reunión que en breve sostendrán con Beatriz Paredes, presidenta del Partido Revolucionario Institucional (PRI), muestra que “las puertas comienzan a abrirse”, señalan entusiastas. (CIMAC)
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