Fuente: Greenpeace
Difusión Soberanía Popular
La liberación de semillas y otros productos genéticamente modificados abre una enorme incertidumbre por sus posibles impactos sobre la biodiversidad, la soberanía alimentaria y la salud humana. Pese a ello, las autoridades mexicanas han permitido la libre importación de estos productos, lo cual ha provocado en algunas regiones la contaminación transgénica de los cultivos de maíz. De estos temas se ocupa la campaña de Agricultura sustentable y transgénicos.
Contexto 2008
La generación de estos Organismos Genéticamente Modificados ha generado una gran incertidumbre en cuanto a sus impactos en la salud, debido a que no se han hecho los estudios necesarios, apegados al principio precautorio, para demostrar su inocuidad en la salud humana. Además han generado daños irreversibles de gran alcance sobre el medio ambiente, la salud de los suelos se ve minada por la acumulación de la toxina BT, y han causado resistencia en insectos y, en el caso del transgénico RR, en malezas.
México es Centro de Origen del Maíz, cuenta con 60 variedades de maíz criollo y cerca de 2000 variedades adaptadas, además cuenta con una gran biodiversidad, por lo que la contaminación de toda esta variedad genética representa un grave peligro no sólo para nuestro país sino para la humanidad dado que, en el caso de perder las plantas madre, los campesinos no podrían seguir con la práctica de adaptación de variedades tradicionales para enfrentar problemáticas de sequía, plagas y cambios agronómicos.
La coyuntura del campo mexicano se encuentra en una grave situación de desmantelamiento. Aprovechando este contexto, tanto el gobierno como las Empresas Transnacionales (ET), han argumentado que la implementación del Maíz Transgénico (MT) en nuestro país traerá consigo un incremento en la producción de dicho grano. Sin embargo ya existen experiencias que demuestran lo contrario. El caso de agricultores filipinos confirma que la semilla de MT no produce más y sí incrementa los costos de producción debido a que es de 2 a 6 veces más cara que las semillas convencionales, además se enfrenta al rechazo por parte de consumidores en muchos países de Europa.
El trasfondo de la promoción de OGM, no es la reactivación de nuestro campo sino intereses monopólicos de corporaciones como Monsanto, la cual detenta el 90% de las patentes de OGM.
Otro factor de riesgo para la biodiversidad son las importaciones de maíz provenientes de Estados Unidos, debido a que éste no cuenta con un mecanismo de segregación de las variedades convencionales y las transgénicas que exporta, aunado a que México no cuenta con un sistema de etiquetado y monitoreo de sus importaciones.
Por lo anterior Greenpeace demanda el rechazo contundente de las autoridades mexicanas a las solicitudes de siembras experimentales en nuestro territorio; que se establezca un sistema de etiquetado a los productos que contienen OGM, y mayores subsidios y programas para el campo, que promuevan proyectos de agricultura sustentable o agroecológica.
Por todo ello, en la Campaña de Agricultura Sustentable y Transgénicos 2008, trabajamos por una agricultura sustentable basada en la biodiversidad, que proteja los bosques y otros ecosistemas naturales, reduzca las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, promueva la salud del agua y los suelos, use menos fertilizantes y plaguicidas, sea libre de transgénicos y que promueva el comercio justo y nuestra soberanía alimentaria.
Nuestras metas:
A corto plazo: impedir la autorización de las siembras experimentales de OGM.
Los transgénicos son uno de los aspectos más críticos del modelo actual de la agricultura, dado que representan un intento de control de la producción de alimentos por parte de las corporaciones biotecnológicas y agroquímicas sin precedentes, lo cual supone una amenaza de contaminación irreversible de México como centro de origen del maíz y un desmantelamiento del campo mexicano y, por ende, de mayores índices de migración de campesinos e indígenas.
A mediano plazo: la campaña impulsará un modelo de agricultura sustentable con proyectos agroecológicos, social, económica y ambientalmente justos. Con sistemas de producción que protejan la salud de los recursos del planeta y de sus ecosistemas, así como a las personas y los seres vivos que dependen de ellos.
A largo plazo: incidir en la implementación de políticas de reducción del uso de fertilizantes, en favor de productos que colaboren con la disminución de emisiones de GEI y eviten la contaminación de los alimentos. El uso desmedido de fertilizantes representa un grave daño al medio ambiente y al clima, y es una amenaza para la producción de alimentos y para la salud, por lo tanto el fortalecimiento de proyectos agroecológicos es esencial para la búsqueda de alternativas.
Para lograr estas metas es indispensable tu participación en la demanda de alimentos nacionales, sanos y de calidad, libres de transgénicos, producidos con prácticas agroecológicas, sin fertilizantes que dañen nuestro medio ambiente, promoviendo el comercio justo y el consumo responsable.
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