Empresas de todo tipo inundan al pueblo más pobre de México con sus productos
Fuente: La Jornada de Guerrero
Desde hace unos siete años el entorno de la comunidad cambio para mal, lamenta lugareña
JESÚS RODRÍGUEZ, (Corresponsal) III Y ÚLTIMA (Corresponsal)
Cochoapa el Grande, 7 de septiembre. Cuando Angélica Flores Lorenzo salió de su pueblo, Llano de la Chupa Rosa, para habitar en la cabecera, hace 15 años, desde inclinadas laderas corría un río abundante, había peces de los que los lugareños se alimentaban. También abundante era la vegetación. Pero ahora la naturaleza se ha visto invadida por envolturas y envases de alimentos chatarra, que a raudales llegan día a día; su ciclo concluye en los barrancos. La basura se ha vuelto un paisaje común en un entorno que comienza a verse sucio.
Angélica no se explica cómo es que a Cochoapa, el municipio colero en el desarrollo, llegan desde hace años las empresas madereras, Coca-Cola, Sabritas, cervezas y demás fritangas, pero no ocurre lo mismo con los programas del gobierno, ni medicinas, médicos, maestros y obras. Ella aprendió a leer por sí misma.
“Ahora lo que pienso que hay que hacer es que los empresarios empiecen a recoger su basura. Que vengan por la basura que traen, esa es mi idea porque Cochoapa está sucio completamente, el mero ojo de agua está sucio, todos los lugares que recorre el agua están sucios. En Cochoapa se está haciendo un montón de basura, quién sabe qué va a ser después”, lamenta, con verdadera congoja, la indígena na savi al conversar con el reportero en un improvisado basurero municipal: un monte muy verde en cuyas faldas corre un arroyo.
Datos oficiales indican que en el municipio hay unos 16 mil habitantes. En la cabecera viven más de 3 mil indígenas, de acuerdo con el alcalde Daniel Esteban González, pero el número se incrementa cada día debido a que desde las localidades, decenas de vecinos llegan cada mes, para establecerse ante las “ventajas” que puede ofrecer vivir ahí, aunque no en adecuadas condiciones, pues faltan médicos, medicamentos y equipamiento, hay un centro de salud; hace poco se abrió una escuela secundaria, y en breve, el gobierno estatal construirá la red de drenaje.
En el Cochoapa actual, los problemas ambientales provienen de una concatenación de sucesos: el crecimiento desmedido de la población es un elemento que causa la acumulación de basura, que llegó con la construcción de pequeñas casuchas donde se vende comida chatarra, que a su vez llegó de las ciudades. El gran negocio de las empresas.
“Es un problema de cultura. Anteriormente no había tantos productos de plástico, no se compraban tantos productos, pero ahora, hace como cinco, seis o siete años que se empezó a comprar los refrescos, cervezas, eso no llegaba antes, no se veía antes”, señala el presidente municipal.
Se cuentan historias de cómo es que de pronto los indígenas de lo más alejado de La Montaña se volvieron clientes provechosos de poderosas marcas. Por ejemplo, es común la anécdota de que a finales de los años 80, un cacique de la región, Celso Villavicencio, priísta de viejo cuño que gobernó Tlapa, contrató camionetas para transportar cartones de cerveza a los pueblos de esa zona, un viaje complicado por lo accidentado de los caminos. Creó un monopolio con la distribución de alcohol.
Tal fue su éxito en ventas, que la empresa cervecera le obsequió como premio un viaje con todos los gastos pagados a Europa. El cacique acumuló una cuantiosa fortuna con la que se financiaron campañas políticas.
Son pocos los indígenas que se muestran interesados en la protección del medio ambiente de Cochoapa, un tema que ocupa menos que la pobreza. Angélica Flores, su hermano Guillermo y la misionera Silvia Aguilar, han hecho algunos esfuerzos por cambiar las cosas. En 2002, Angélica logró convocar a un centenar de mujeres y hombres para realizar la que ha sido la primera marcha de protesta en la historia de Cochoapa el Grande.
Se manifestaron en la cabecera contra la venta de alcohol porque además del grave problema de contaminación que genera, los casos de violencia intrafamiliar se incrementaron, pues los hombres ebrios golpeaban a las mujeres.
A siete años de distancia, Angélica opina que si bien no se logró impedir la venta de alcohol, cuando menos se redujeron los abusos de “los machos”.
A Cochoapa le resulta complicado oponerse a un mundo globalizado que extiende patrones como el consumo y la inevitable acumulación de basura a los rincones más pobres del planeta. Cochoapa es un entorno rico donde habitan los más marginados. La venta de productos chatarra no ha hecho menos pobres a los na savi ni ha contribuido a revertir la desnutrición, pero sí les está originando un severo problema de contaminación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario