José Agustín Ortiz Pinchetti en APIAVirtual
Cada semana se extiende un certificado de muerte política de Andrés Manuel y de su movimiento. Y a la vez se lanza una nueva campaña de calumnias que lo desmiente. No se ataca a un perro muerto. Se ha dicho que Andrés Manuel tiene una residencia en La Toscana, ranchos en Tabasco, un palacete en Morelia, etcétera. A pesar de que es el líder más austero de México, es enlodado por mentirosos profesionales.
Un ejemplo reciente. El periódico Excélsior, en primera plana y a ocho columnas, reveló que la última fracción de diputados del PRD tomó del presupuesto 50 millones de pesos para el movimiento de López Obrador. Y que además se obligó a 127 legisladores perredistas hacer aportaciones. Esta nota, firmada por Andrés Becerril, demuestra que el nuevo Excélsior es tan irresponsable y tan venal como el de Regino Díaz Redondo.
La verdad: la fracción del PRD se negó rotundamente a apoyar al movimiento. Se hizo presión para que los diputados perredistas dejaran de dar las aportaciones a las que se habían comprometido, a pesar de que llegaron a sus curules por el impulso de Andrés Manuel en 2006.
Siguiendo una consigna, muchos comunicadores convirtieron la patraña en verdad. Denise Maerker, de El Universal (en otra hora periodista dura e independiente), confirmó la “noticia” y, moralista, clamó “contra los diputados que ensucian su reputación por el bien de todos”.
La calumnia ha sido desmentida con energía. Andrés Manuel; Javier González Garza, coordinador de la fracción aludida; Alejandro Encinas, nuevo coordinador; Jesús Ortega, presidente del PRD, la han refutado, pero sus declaraciones no aparecen en los medios.
Así funciona la conspiración del silencio que permite que las mentiras continúen sus efectos. Un poder autónomo es el que decide estas campañas negras y las impone a la opinión pública. El gobierno es beneficiario, aliado y cómplice, pero quienes mandan son otros.
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