Fuente: La Jornada de Zacatecas
• Palabra de Antígona
Redacción
Sara Lovera
El golpe de Estado en Honduras del 28 de junio, encabezado por una junta de militares que entregó a un grupo espurio los órganos del Estado, ha puesto en la mesa de todos los análisis el tamaño de la agresión de una nueva fase del capitalismo que no está dispuesto a abrir una sola ventana democrática.
En Honduras se juega el futuro de muchos de nuestros países. Analistas van y vienen tratando de explorar cómo la fuerza de los grupos de poder globales actúan sin la más mínima cordura o ética contra los pueblos empobrecidos de nuestra América Latina.
Siendo como es la nación hondureña, otrora patio de reserva de los intereses imperiales, cuyos generales colaboraron con “la contra” de Nicaragua y libres sin vigilancia, también hicieron una guerra sin cuartel a sus opositores; una nación donde a pesar del cúmulo de atrocidades en su tierra, ocultó casi tres décadas el carácter antidemocrático de su accionar y hoy quiere instrumentar una normalidad de papel que persigue a sus opositores.
En ese contexto, con la condena y desconocimiento internacional, resiste su pueblo, y de manera extraordinaria las mujeres, no sólo por su participación incuestionable, sino por el protagonismo de un grupo de feministas que se topó de pronto con la realidad y confía en actuar y luchar en esta noche que parece será larga, y tal vez dolorosa. No hay indicios de una restitución constitucional, como se ha demandado.
Por tal motivo, la presencia de mujeres integrantes de los Observatorios de Trasgresión Feminista, constitutivo de una visión que rebasa las prácticas del feminismo institucional e integrada por feministas de todo el continente, fue de la mayor importancia. Encabezadas por la Red Petateras, estuvieron en el país y en directo del 17 al 21 de agosto.
Eso fue muy importante porque abrió un capítulo inmediato al análisis, la denuncia y la gestión para proteger los derechos humanos de todas las hondureñas que viven hoy en medio de la ilegalidad, el abuso y la barbarie. Mujeres feministas han dicho no a la inconstitucionalidad, no al golpe y no a los abusos tradicionales y ofensivos a las mujeres.
En el frente, un nutrido grupo de feministas llamadas a sí mismas como “en resistencia”, acompañadas por dicha iniciativa, abrió el terrible capítulo de contar, con datos y testimonios, las violaciones a los derechos humanos de género y un nuevo e importante capítulo para la lucha de las mujeres, otrora sujetas al espejismo de un avance que hoy se ha quitado la máscara a la simulación oficial, esa que se levanta en supuestos gobiernos democráticos.
La visita a Honduras de 25 mujeres feministas expertas en Derechos Humanos dejó claro que la fuerza bruta y el desmantelamiento institucional afecta de manera precisa y clara a las mujeres: violadas, abusadas, perseguidas, sin asideros para continuar sus programas, enfrentadas al límite de instituciones que no son de ellas y en las que han creído.
Esa semana la presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Luz Patricia Mejía, dio lugar a recoger e informar de inmediato de esas violaciones específicas que, en otros escenarios, tardaron meses, si no años, para ser analizadas.
Los informes recogidos por las feministas, que viajan por pueblos y comunidades como vigías de las acciones de los gobernantes ilegítimos y las fuerzas policiacas y armadas, la constatación directa de lo que significa la debilidad de acuerdos, convenciones y alianzas, ofrece un espacio para reconceptualizar las tareas que debe emprender la sociedad civil, de cara a los dobles lenguajes del poder.
No serán hoy suficientes ni los manuales de género sin feminismo, ni la tecnocracia de modelos acríticos de la igualdad de género, como le llaman a las reivindicaciones feministas, introducidas en leyes, estructuras y promesas, generalmente no cumplidas y en aguda crisis frente a hechos como el golpe en Honduras.
Los primeros casi 60 días de imposición de la derecha extrema en un gobierno de caricatura en Honduras dejaron claro lo que ya sabíamos, como expresó la abogada costarricense, Alda Facio: que en situaciones militarizadas y de guerra, la violencia se ensaña en el cuerpo de las mujeres.
Los militares y policías entrenados en la nueva idea de igualdad de género les gritan mientras las amenazan de que deben volver a su casa; las violaciones a mujeres de la sociedad civil, como la sufrida por Irma Villanueva, en el municipio de Choloma (departamento de Cortés).
Asimismo, los apresamientos extrajudiciales con golpes en glúteos y pechos, tratando de introducirles el tolete entre las piernas y en la vagina, son el horror del autoritarismo patriarcal que nos engaña, diciendo que son las mujeres un tema de importancia, siempre y cuando ayuden a mantener esa simulación de “espacios ganados”.
Es posible que Honduras, hoy laboratorio del capitalismo salvaje, para detener la ampliación de todas las libertades democráticas, para todos y todas, también sea el laboratorio que permita a las organizaciones sociales, feministas y campesinos e indígenas, a los débiles y maltrechos partidos liberales, progresistas o de izquierda, replantearse estrategias y nuevas vías.
Que tales medios no estén sujetos a los mandatos de los órganos del Estado, que se suman a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que en realidad son los gobiernos unidos y que no son, a todas luces, el camino para la liberación de las mujeres o de las indias o campesinas.
Hay otras formas, otras maneras de luchar por la autonomía, la urgencia de organizar a todas las mujeres en independencia de los órganos gubernamentales en plena libertad de pensamiento y acción.
Un desafío que ya se halla, como saben las trasgresoras, en las mejores experiencias del feminismo en autonomía, con una mirada de transformación profunda, de sociedades que consienten el horror y la estulticia, porque siguen pensando que las mujeres valemos menos que los hombres.
En la iniciativa impulsada para verificar todas las impunidades resultado de las guerras de liberación, de los desplazamientos forzosos que llevaron al crimen en Acteal, que encubren con argumentos legaloides los crímenes de los ejércitos “disque” armando escenarios de seguridad, mancillan a muchas mujeres.
Habría que decir que ésta es una lección para nosotras las mexicanas, creyentes de las instituciones, también espurias, que no pueden resolver el tamaño del feminicidio, la discriminación y la exclusión de las mujeres si en el Estado y la nación no se practica la democracia.
Tal democracia no tiene adjetivos ni se resuelve al explicar apretadamente que las imágenes, el lenguaje y los contenidos de los medios de comunicación hacen, como en Honduras, que hoy muchas mujeres “tallereadas” sin el mensaje transformador se incluyeran entre los y las golpistas, a pesar de que saben o se creía que sabían, qué es eso de la equidad de género.
Sólo es papel o discurso, todavía. También Honduras hoy dejó claro que no se puede convalidar a cualquier gobierno ni cooperar con éste cuando, como en México, da marcha atrás al derecho fundante y humano de gobernar sobre nuestros cuerpos.
De botín de guerra, nuestros cuerpos también sirven para imprimir el control y la enajenación de esos gobiernos simuladores que dicen que sí, que es necesario que se trasversalice la ciencia de género, sin nombrar y señalar qué es feminismo y que el feminismo es transformador y revolucionario; porque si no es feminismo, es tecnocracia de género.
saralovera@yahoo.com.mx
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