viernes, 17 de julio de 2009

Verdugos del pueblo



Fuente: La Jornada de Veracruz

Aquí el tiempo no es la medida del movimiento. Aquí nada se mueve. No hay tiempo. Todo, desde don Porfirio, se ha detenido. Aquí la máquina del tiempo sólo funciona en reversa. En esta especie de país, los irresponsables por simular la democracia organizando el teatro electoral son los mismos irresponsables por simular contar los votos de los incautos que aún acuden a votar por razones realmente incomprensibles. Cuando a Madero le dijeron los espíritus del sufragio efectivo y de la no reelección, se lo creyó a tal grado que fue cruelmente asesinado.

Las personas que cuentan los votos son las mismas que saben lo que sabía Porfirio hace más de cien años, que los que ganan las elecciones son los que cuentan los votos. En México los que cuenta los votos son lacayos, de alto salario, que despachan en una oficina que se llama Instituto Federal Electoral. En su entretenido y ajuste estadístico a la conveniencia necesaria, se ayudan con personas que nombran los partidos como sus representantes. Fuera de los partidos nadie puede postularse a elecciones. La posibilidad de ser votado está secuestrada por los organismos llamados partidos políticos. Para ser partido político en curso tiene que estar reconocido por una cosa que llaman el IFE, y en tal condición son mantenidos y reciben dinero del presupuesto público. Así están las cosas en México, si alguien cree que el párrafo miente pues se equivoca.

En la primera mitad del mes de julio del año 2009 los medios de comunicación alegan que en México el PRI fue el principal triunfador en las recientes elecciones legislativas, estatales y municipales. Si nos atenemos únicamente a los porcentajes que publicitan obtuvo dicho partido con respecto de los otros, parece un dato verdadero para los incautos, sin embargo habríamos de preguntarnos si ese solo dato puede satisfacer a quien se pregunta acerca del avance de la realidad política de México.

La realidad política de México es que desde Porfirio Díaz se detuvo el tiempo, ese tiempo que no conoce el sufragio efectivo, ese tiempo que no conoce la no reelección, es el tiempo en que todo sigue igual. La reelección se llama PRI, luego PAN, luego PRI y luego cualquier otro nombre, pero la misma represión. Como dice el poeta Miguel Hernández “Represión me llamo / aunque prian me llame”.

En la región central de Veracruz, por ejemplo, en tiempo de Porfirio hubo fábricas pero no obreros libres, luego, por un breve momento, hubo fábricas y algunos pocos obreros libres, ahora, hoy mismo, ya no hay ni obreros ni fábricas, aquí sólo hay negocios turbios, corrupción y vuelta a un pasado peor.

Aquí no hay memoria histórica ni historiadores, sigue ese pasado que se ocupa de hacer desgraciado al pueblo. Ese pasado cuya única política social es la represión, la corrupción y la simulación. Una política de entrega de los recursos al gran capital trasnacional.

Mienten quienes quieren medir la conciencia política de un pueblo con los resultados electorales que estos mismos mentirosos ajustan en sus medios de comunicación. Los medios de comunicación elogian los resultados y elogian a los candidatos, en la misma medida que estos les pagan por mentir en sus páginas y noticieros, los medios están prostituidos, son prostitutos de la comunicación, son los que nunca destacan a la inmensa mayoría de mexicanos ni siquiera se acerca a las urnas porque no les gusta que les vean la cara, porque no están dispuestos a votar por sus verdugos.

La clase dominante y la burocracia partidista que controla el Estado mexicano debe estar pensando en ya no exhibir tan grosero cinismo. Se observa que ya les preocupa su enorme desgaste prianista. El pueblo gradualmente les va arrebatando las máscaras. El enorme derroche de recursos en las campañas electorales es despiadado insulto a la miseria del pueblo, insuficiente para convencer a la mayoría de la gente para acudir a las urnas.

El prianismo se ha encargado de hartar la paciencia popular, de demostrar que los intereses de la burocracia política, sea cual sea su color, no son los intereses del pueblo. El enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de la mayoría ha sido una constante, lo mismo que los escandalosos hechos de corrupción y represión.

El pueblo de México no es de ningún partido, es un pueblo profundamente harto y cansado de tener esperanzas en la burocracia política y recibir a cambio puras decepciones. Esto no lo convierte en un pueblo resignado a su suerte, por el contrario, las movilizaciones frecuentes dejan ver que para sobrevivir toma cartas en el asunto y cambiará las cosas sin esperar a que el descastado y espurio régimen caiga por sí mismo. El pueblo mexicano por ahora tiene claro que la solución a sus problemas no provendrá de las urnas.

El 5 de julio ganaron los que siempre ganan, los porfiristas de toda la vida, los mamilas, los dictadores de hace cien o más años, no importa a qué partido se asignen los votos. Son los poseedores de la riqueza y del poderío ideológico, mediático, religioso y cultural del país, que forman el bloque en el poder. Son los herederos de los banqueros y del gran capital. Es irrelevante saber si el ganador fue el PRI o el PAN, los partidos a través de los cuales ejerce el poder ese bloque.

Estos últimos años el bloque ejerció el poder político a través del PAN. Este partido ha fallado en su empeño de engañar bien al público, por eso es la hora que la dominación pase a ejercerla la otra comparsa, el PRI, en este teatro que es México. Por tanto continuamos en el pasado, regresa el PRI, a seguir cumpliendo su tarea de lacayo del imperio y verdugo del pueblo.

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