J. Enrique Olivera Arce
PRD. Enpantanadas las exequias
Cuauhtemoc Cárdenas, quien en el 2006 torpedeara al PRD y al Movimiento Nacional de Resistencia Pacífica oponiéndose al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, en su calidad de “vaca sagrada” de la izquierda electoral insiste en su llamado a que el PRD resurja de entre los muertos para iniciar una nueva vida libre de pecado.
En comunicación telefónica con La Jornada, difundida el viernes por el rotativo, aseveró que “es indispensable que se restituya la legalidad interna en el partido para que haya autoridad, en primer lugar. Pero también, agregó, para hacer un intenso trabajo de organización; para realmente rehacer el PRD, reconstituir sus bases, darle presencia en aquellas partes donde prácticamente está ausente de todo. Ésos son los trabajos que deben impulsarse desde cero, como si se tratara de fundar el PRD”. Pretendiendo una vez más asumirse como guía moral de la izquierda.
Uno de los requisitos que pone el michoacano como condición para tal refundación es hacer valer la legalidad al interior del sol azteca, expulsando a los militantes que al amparo de las siglas de otros partidos participaran como candidatos en los recientes comicios, así como a los que apoyaran o promovieran a estos en contravención a los ordenamientos partidistas. De no acatarse tal condición, no reconocerá la autoridad de la actual dirigencia nacional que, a su juicio, en tal caso debe renunciar.
Más claro ni el agua, pero sin el valor para decirlo abiertamente, Cuauhtemoc está exigiendo la expulsión de Andrés Manuel López Obrador y quienes desde las filas del perredismo le acompañan en el Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía. Así como el retiro del PRD del Frente Amplio Progresista. En pocas palabras, pide depurar el cadáver para que en su retorno a la vida nacional esté integrado por una militancia químicamente pura que, inmaculada, arrope a aquellos, los chuchos, que legitimen su calidad de dirigentes mediante la aplicación a raja tabla de la legalidad estatutaria.
Chingón, como suele decir Marcela Gómez Salce.
El inconveniente a la vista es que Jesús Ortega y su mafia no se sienten con los arrestos suficientes para enfrentar al movimiento social que encabeza López Obrador. Mucho menos están dispuestos a renunciar a las canonjías, prebendas y manejo de las prerrogativas de que disfrutan en su calidad de dirigentes del hoy cadáver insepulto. Más, si haciendo valer principios legaloides, con ello propiciaran el que los diputados electos y plurinominales afines a López Obrador en San Lázaro o en la Asamblea Legislativa del D.F., optaran por sumarse a las bancadas del PT o Convergencia.
Por muy “vaca sagrada” que sea, Cuauhtemoc no tiene ya la autoridad moral y política suficiente para imponer su palabra a los intereses de “los chuchos” y sus corrientes afines. Ni estos estarían dispuestos a escucharlo confrontándose con el lopezobradorismo que tiene presencia y peso al interior del partido.
Enpantanadas las exequias en la cúpula, la única salida viable para la izquierda electoral sería proceder a la cristiana sepultura de un sol que ya no brilla, y a otra cosa mariposa. De lo contrario, para el 2012, será simple mirón de palo, al garete, perdida en el eterno juego de los dimes y diretes y, de paso, cancelando la opción electoral a una abigarrada izquierda social que en su movilización aún no encuentra su propio camino.
Adendum
Al concluir estas líneas leo a la analista política María Elena Fisher, quien afirma que: “Dos partidos parecen a punto de pulverizarse: el PRD tras las tonteras de AMLO y el PAN”. Creo que hace una mala lectura de la realidad que viven ambos institutos políticos, llevada por el triunfalismo del PRI en Veracruz. Una cosa es calificar metafóricamente al PRD como un cadáver insepulto en el contexto de su crisis de identidad y resultados electorales en gran parte del territorio nacional, y otra, muy distinta, es que esté a punto de pulverizarse.
No olvidemos que gobierna a la capital del país, centro neurálgico de la vida política nacional, en donde PRI no figura y el PAN es a duras penas primera minoría. En cuanto a lo que califica de tontera de AMLO, tomando como referencia lo acontecido en Iztapalapa con “Juanito”, no comparto tal apreciación. No se puede desconocer la diferencia entre izquierda electoral o parlamentaria, e izquierda social; ello impide comprender que lo que ella toma como “tontera”, es la confirmación de la fuerza de un movimiento ciudadano que bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador, en un santiamén le corrigió la plana al Tribunal Federal Electoral.
Por cuanto al PAN, el rechazo en los recientes comicios a Felipe Calderón Hinojosa por parte de una ciudadanía lastimada, no fue suficiente para concluir que este instituto político está a punto de pulverizarse. Está en crisis, como todo el sistema de partidos políticos en México, pero haiga sido como haiga sido, detenta el poder presidencial.
Tampoco se puede hacer de lado que no caben comparaciones simplistas. El PRD es un partido de masas en el que la militancia de base participa en su vida interna, discute, propone, pelea y, aunque ahora secuestrada por una burocracia corrupta, pesa para bien o para mal, en la toma de decisiones. El PAN y en gran medida el PRI, son partidos de cuadros sometidos a decisiones cupulares en los que el que manda, manda y si se equivoca vuelve a mandar.
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