J. Enrique Olivera Arce
Veracruz. Triunfo de fidelidad, cuestión de enfoques
Elecciones 2009. Cualquier similitud con la trama y personajes de la película de Cantinflas “Si yo fuera diputado”, es simple coincidencia.
Los resultados de la elección del pasado domingo, de acuerdo a lo registrado por el Programa de Resultados Electorales Parciales (PREP), con el 99.87 % del total de casillas habilitadas en el país, habrán de prestarse a múltiples lecturas en los próximos días que bien podrían ser valiosas lecciones para la clase política.
En términos gruesos, apegados a la legalidad electoral vigente, lo determinante en la elección de diputados federales es el triunfo del PRI sobre el PAN, con 2´970,620 votos de diferencia, a favor del primero. Con ello podríamos darnos por satisfechos. Constituye, en teoría, un freno y acotación significativa desde el Congreso a las pretensiones de la derecha calderonista. Como contrapartida, en el Distrito Federal, centro neurálgico del país y bastión del lopezobradorismo, el PRI ni pintó ni pesó por lo consiguiente en la elección.
Queda la duda de si la derrota del PAN respondió a una estrategia electoral equivoca dictada desde Los Pinos, o esta fue fruto del rechazo y repudio de amplios sectores de la sociedad, como continuidad de la elección del 2006, al gobierno del considerado “espurio” presidente Calderón Hinojosa. De lo único que podemos estar seguros es que no existen visos de que el triunfo priísta se corresponda con una plataforma de propuestas que haciendo suyas los candidatos a diputados federales, respondan a las necesidades y demandas, reales y sentidas, de la sociedad. Así como también podríamos estar seguros de que la izquierda electoral, dividida y perdida en la confusión ideológica y programática, tocó fondo y sin expectativas a la vista de recomposición en el corto plazo.
Entrando un poco más a detalle en la numerología, no basta con los resultados gruesos para que doblen las campanas del triunfo en los partidos punteros. La cuestionada representatividad popular ha quedado exhibida como insuficiente para nuestra incipiente democracia en construcción. El abstencionismo al que se le suma para un primer análisis el voto nulo, ascendió en el territorio nacional a más del 60 por ciento de los ciudadanos legalmente empadronados. Esto es grave y se presta a no pocas interpretaciones que incluso ponen en tela de duda objetivos y eficacia del proceso electoral. Se festina el triunfo legal y se subestima el fracaso, en términos de legitimidad, de la democracia representativa en México.
La elección en Veracruz
En este marco, los resultados electorales en Veracruz se inscriben con la misma tesitura. Confirmándose con el 100% de las casillas computadas, lo que a mi juicio he dado en llamar “triunfo pírrico de la fidelidad”.
De un total de 5 millones 221 mil ciudadanos empadronados, se recibieron en las urnas 2´361, 957 sufragios efectivos – descontando los considerados nulos-, siempre en base al PREP. Lo que equivale al 45.2 % del total del padrón; contra un abstencionismo del orden de 54.77 % que sumado a los votos nulos arroja un 58.78 % en relación al total. Porcentaje aproximado al 60% que se venía manejando a nivel nacional semanas atrás.
A su vez, en 17 Distritos electorales de la entidad el PRI triunfa legalmente con 1´112,296 sufragios, que representan el 47 % del total de votos útiles y el 21.3 % de la totalidad de votantes potencialmente habilitados para sufragar. En tanto que los partidos que se le opusieran sumaron en conjunto 1´249 280 votos, correspondiéndoles el 52.9 % en relación al número de votos útiles y el 23.9 % del total potencial. En términos de correlación de fuerzas la fidelidad en Veracruz queda en desventaja frente a sus oponentes. Entre otras cosas, el PAN no está muerto en la entidad, no olvidemos que hasta el momento de redactar esta nota, gana 4 distritos y suma a su favor más de 800 mil votos.
A la luz de la aritmética, haiga sido como haiga sido y muchos sabemos como fue, el triunfo del PRI en la entidad es contundente e inobjetable hasta el momento del cierre del PREP, y así se registra legalmente con los números provisionales anotados. En términos de representatividad democrática, con apenas el 21.3 % del total del padrón, frente al 23.9 de sus adversarios, el triunfo a mi juicio resulta cuestionable; prácticamente no contribuye en nada a la vida democrática de Veracruz. Además de que pone en duda las aseveraciones que otorgan a la administración priísta de Fidel Herrera Beltrán una cifra cercana al 90 % de aceptación ciudadana.
El nuevo reacomodo de las fuerzas políticas en Veracruz, indican, primero, que el verdadero triunfador de la elección del domingo fue el abstencionismo, al que se le sumara el voto nulo que parece si estar pesando en el resultado final de la elección. Segundo, no todo es rojo en la entidad. Tercero y quizá lo más importante, en el actual proceso electoral para la sociedad salió más caro el caldo que las albóndigas; demasiada pérdida de tiempo y valiosos recursos públicos para elegir 21 diputados federales, que sólo representan a una minoría atrapada por una partidocracia que responde directa o indirectamente a los poderes fácticos.
Un triunfo de la fidelidad veracruzana legalmente soportado pero, a mi juicio, democráticamente irrelevante como expresión política de una sociedad plural.
De ahí que el llamado del gobernador a la conciliación, en previsión a lo que viene en el 2010, debería enfatizarse al interior de nuestra entidad, más que pretender que a nivel nacional el encono generado por la “guerra sucia” pase al archivo muerto.
Lo destacable
La suma de sufragios a favor de Convergencia y PT, resulta insignificante como plataforma de lanzamiento en las aspiraciones futuras de Dante Delgado Rannauro. Su partido en Veracruz no supo o no quiso estar a la altura de una circunstancia coyuntural que pudo haberle sido favorable. ¿Insistirá el senador en su propósito de gobernar a Veracruz?
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