Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Marta Denis Valle*
Con los asaltos de los cuarteles Moncada y Céspedes, el 26 de julio de 1953, estalló una antorcha de ideas y fuego, simiente de un profundo proceso y del triunfo de la Revolución Cubana, en enero de 1959, a sólo cinco años, cinco meses y cinco días de esos fallidos sucesos.
Aquella alborada, el mayor general mambí Guillermón Moncada y el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, asistieron desde el olvido al rescate de sus banderas y sueños.
El autor fue un centenar de jóvenes, encabezados por Fidel Castro, ebrios de osadía, convencidos de la posibilidad de cambiar el rumbo de la historia nacional mediante una acción armada que desencadenara la lucha.
Los primeros disparos en la explanada del Moncada, fundidos a los últimos ecos del carnaval santiaguero de la víspera, marcaron un cambio de época en Cuba y el principio del fin de la Neocolonia.
Adelantándose al sol que avanzaba de prisa entre las montañas orientales, a partir de las 5:15 rebeldía y sangre golpearon sobre las conciencias para redimir a cada compatriota huérfano de pan y justicia social.
En 1953, por ejemplo, el desempleo afectaba a 8 por ciento de la fuerza laboral y en el periodo de mayo de 1956 a abril de 1957 ascendía a un desempleo total de más de 300 mil personas (16.4 por ciento) y otras 223 mil parcialmente ocupadas (10.1 por ciento), menos de 40 horas a la semana.
Raúl Castro con siete hombres ocupó el Palacio de Justicia y Abel Santamaría con 21 combatientes el hospital civil Saturnino Lora, en apoyo al grupo de Fidel Castro que atacaba el Moncada, integrado por otros 45 asaltantes.
Ocho combatientes tomaron la posta 3 y tres que penetraron en una barraca inmovilizaron a 50 soldados. El grupo de reserva, alrededor de otros 50, con las mejores armas, nunca llegó, pues se desvió por una calle equivocada.
Circunstancias imprevistas hicieron que fallara el factor sorpresa en Santiago y en Bayamo. En combate desigual, después de las 8 de la mañana, Fidel Castro dispuso la retirada en grupos de ocho a 10 hombres, con el apoyo de seis francotiradores.
Hubo pocos asaltantes muertos en combate, pero los asesinatos cometidos por soldados y oficiales del Ejército los días 26, 27, 28 y 29 de julio de 1953 elevaron los muertos a más de 60, gran parte de ellos sometidos a terribles torturas.
También hubo víctimas de la población civil, ajenas a los hechos. Mal armados y bien entrenados, los asaltantes causaron al régimen 19 muertos y 27 heridos (soldados y policías) y la orden fue hacer pagar caro el ataque.
El objetivo era apoderarse de las armas de la segunda fortaleza militar del país para movilizar combatientes entre la población de Santiago de Cuba y con la ocupación de Bayamo, impedir la llegada de refuerzos.
Por medio de la radio sería difundida una proclama o manifiesto sobre las raíces y objetivos del movimiento y el Programa del Moncada, que incluía cinco leyes revolucionarias de aplicación inmediata.
El Programa del Moncada fue cumplido entre 1959 y 1960 por la Revolución Cubana y profundizado para hacer realidad las palabras de Fidel Castro en su alegato de autodefensa (La historia me absolverá), el 16 de octubre de 1953:
“El problema de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, del desempleo, de la educación y de la salud del pueblo: he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”.
Cerradas las vías legales democrático-burguesas por el golpe militar del 10 de marzo de 1952, a pocas semanas de las elecciones del 1 de junio de ese año, la denominada Generación del Centenario se propuso no dejar morir a José Martí, apóstol de la independencia, al cumplirse 100 años de su nacimiento.
El ex dictador Fulgencio Batista, autotitulado general, se apoderó de las instituciones armadas, destituyó a las autoridades legítimas –presidente y vicepresidente, gobierno, Congreso bicameral– abolió la carta constitucional vigente, instauró un régimen represivo e incrementó la pobreza de la mayor parte de los cubanos.
El entonces joven abogado Fidel Castro había demandado sin éxito a Batista –un aliado de Estados Unidos– ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales como autor de aquel hecho anticonstitucional. Esa llamarada gigante del Moncada conserva hoy su energía y su luz, alimentada por las nuevas generaciones de cubanos. (PL)
* Historiadora y periodista cubana
No hay comentarios:
Publicar un comentario