martes, 25 de febrero de 2014

Demandan migrantes víctimas de La Bestia derecho al trabajo y vivienda


RODRIGO SOBERANES

Progreso, Honduras.- El migrante hondureño José Luis Hernández había tomado todas las precauciones para cruzar México en trenes de carga, pero el calor desértico le jugó una mala pasada y le causó un desmayo.

Habían pasado 19 días desde que dejó su casa en Progreso, Honduras, y le faltaba uno más para alcanzar la frontera. Él y un amigo suyo cruzaban Chihuahua, Iban a Ciudad Juárez, luego a El Paso.

"Ya para llegar a Juárez a un pueblo que se llama Delicias, Chihuahua, estaba entrando a esa ciudad cuando de repente quedé en oscuras y me caí, fue un desmayo por el calor seco que hace ahí en junio", contó José Luis.

Llevaba hinchados los pies y se agachó para quitarse un zapato, luego el otro, y le llegó un desvanecimiento que lo dejó entre las ruedas del tren que cruzaba Chihuaha, en 2005.

"Me caí embrocado, el tren me cortó una pierna. Después metí el brazo al no poder sacar mi pierna y también me lo cortó. Después metí el otro brazo y me lo aplastó la rueda", recordó.

José Luis es uno de los fundadores de la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad (Amiredis) y un símbolo de la población afectada por la migración forzada en Honduras.

Progreso, su lugar natal, es el tercer municipio que más personas aporta al éxodo de personas en edad laboral productiva, de acuerdo con el Servicio Jesuita a Migrantes.

Los migrantes son atesorados entre la población de Progreso. Se les ve con cierto respeto. Incluso, el ser migrante con vida implica cierto "estatus" entre la población común.

Y la población común es la gente pobre en ese lugar, donde la pujante industria bananera y las maquilas se han ido extinguiendo gradualmente desde que el huracán Mitch se estacionó frente a sus costas durante un día y medio con categoría cinco.

Hernández dirige la asociación de mutilados con 35 personas que se han manifestado frente al palacio del gobierno nacional siete veces. Sus principales demandas son acceso al trabajo y a la vivienda.

Son personas que cruzaron territorio veracruzano en algún momento de su vida para conseguir dinero para la manutención de sus padres e hijos.

"Parece mentira cuando hacemos reuniones y los veo a los 34 (…) aquel montón de pedacitos de gente ahí, yo digo pues: parece una historia de película de terror, tantas personas mutiladas por ese tren”.

“Y lamentablemente la gente no para de irse –dijo–, ahorita que estamos en esta plática tal vez a una muchacha la están violando, a alguien lo están secuestrando, alguien se está cayendo del tren en este momento".

José Luis jugaba fútbol y era guitarrista. Ahora se gana la vida dando pláticas en las universidades y canta en iglesias cristianas. Uno de sus objetivos es convencer a jóvenes de que no vayan hacia el norte. "No vale la pena –expone – cuando a uno se le mete en la cabeza el sueño americano, o pasa o queda como yo”.

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