NOÉ ZAVALETA
14 DE ENERO DE 2013 · 2 COMENTARIOS
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XALAPA, Ver. (proceso.com.mx).- Familiares y viudas de los cuatro habitantes de Ixhuatlán del Café abatidos por militares la noche del 28 de diciembre 2012, bloquearon diversos puntos carreteros en las entradas-salidas de los municipios de Huatusco, Coscomatepec e Ixhuatlán para exigir justicia y limpiar su nombre.
Con pancartas en mano y formando una barricada humana, los inconformes pidieron a la Procuraduría General de Justicia del estado (PGJ), a la Procuraduría General de la República (PGR) y a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) que indaguen el caso para limpiar el nombre de Jesús Juárez, José Raúl Fernández Ortiz, Luis Vargas Piña y Ángel Piña Teodoro.
Acusaron que la muerte de sus parientes fue un acto de negligencia de la Sedena que no debe quedar impune.
Los manifestantes exigieron justicia y bloquearon diversos accesos carreteros minutos antes de las 8:00 horas.
Hasta esta tarde el cerco continuaba sin que alguna autoridad del gobierno de Veracruz o de la Sedena acudiera a dialogar con los inconformes.
El caos vehicular se intensificó en esa región montañosa del centro del estado debido a que la protesta coincidió con otra realizada por habitantes de la congregación de Presidaria –adscrita a Ixhuatlán del Café– y de Potrerillo de Coscomatepec, quienes exigían la pavimentación del camino a dichas comunidades.
El Ejército responsabilizó a Jesús Juárez, José Raúl Fernández Ortiz, Luis Vargas Piña y Ángel Piña Teodoro de intentar rescatar –el 28 de diciembre– el cadáver de Ángel Enrique Uscanga, El Pokemón, líder zeta en Veracruz abatido dos días antes, quien se encontraba resguardado en la funeraria Vélez bajo un fuerte dispositivo de seguridad.
El pasado lunes 31 de diciembre, los presuntos sicarios fueron sepultados en el panteón municipal en medio de protestas.
En su edición de esta semana, Proceso (1889) da cuenta de cómo la indignación y el coraje se apoderó de los habitantes de Ixhuatlán del Café pues taxistas, mecánicos y empleados del ayuntamiento aseguran que ninguno de los cuatro presuntos zetas abatidos –y catalogados así por las fuerzas castrenses– andaban en “malos pasos”.
“Ni armas sabían usar, era gente de bien, que vivía al día y que siempre estuvieron rodeados de pobreza”, dijeron familiares y vecinos.
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