Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
César Anuar Márquez Badillo
La nueva embestida mediática antilopezobradorista, desatada a partir de la rebelión de Rafael Acosta Juanito en Iztapalapa, es una clara muestra del pobre nivel de cultura política que priva en nuestro país.
Un personaje político que más bien parece salido de un chiste popular, se convirtió a partir del 5 de julio en el político más popular del país, pero no precisamente por su manera de hacer política ni por sus propuestas para mejorar el entorno social o económico de México.
Los reflectores están sobre él porque es políticamente útil por lo que representa, en otras palabras, Juanito ha sido seducido por las élites del poder mediático y político del país con la única finalidad de exhibir a López Obrador que fue el artífice del triunfo en Iztapalapa.
Cada programa de radio y televisión con mayor cobertura a nivel nacional ha invitado a Juanito por lo menos una vez. En mi opinión se debe principalmente a dos factores fundamentales. Primero, al incumplir con su compromiso público de pedir licencia una vez de que tome posesión como jefe delegacional de Iztapalapa, romperá ipso facto con Andrés Manuel.
Por tanto, el linchamiento mediático al tabasqueño se recrudecerá (aún más) debido a que su estrategia en Iztapalapa habría fracasado y eso daría paso a que sus detractores lo exhibieran como un engañabobos y además permitiría un reposicionamiento de la mafia política que por años ha encabezado en esa delegación el grupo de Jesús Ortega.
Segundo, los medios (Televisa-TV Azteca) pretenden también presentarlo como el representante del lopezobradorismo, y él, hablando de sí en tercera persona y de forma involuntaria, se presta a la mofa y al escarnio público, si no, ¿porqué Loret de Mola, Ciro Gómez o López Doriga, por mencionar algunos, no le cuestionaron su formación política, sus
planes para gobernar ni sus proyectos para sacar del atraso a su Delegación?
Simplemente porque eso no interesa, sólo se dedicaron a preguntarle si AMLO era dueño de su voluntad o si acaso iba a dejarle a Clara Brugada los casi 4 mil millones de pesos de presupuesto que maneja Iztapalapa, como si se tratara de un botín o un premio.
Lo cierto es que si Rafael Acosta asume como jefe delegacional de Iztapalapa, al pasar el tiempo le sacarán los ojos los buitres de la política, su palabra no tendrá valor ante alguien, los medios lo utilizarán y luego lo desecharán, el poder lo enloquecerá, se quedará solo, aunque ahora le hagan creer que solo puede, y simplemente porque “saluda con sombrero ajeno”.
Si bien su nombre apareció en las boletas, todo mundo sabe que su victoria se debió a la operación política de un grupo al que da la espalda, seguro que ese grupo se mantendrá al pasar el trienio y seguro también que de seguir así, Juanito no.
Lo grave no está en Juanito, él sólo es un personaje ramplón y folclórico que al cabo de tres años nadie recordará. Lo que realmente preocupa es el trasfondo de esa situación, porque mientras los poderes constitucionalmente establecidos sigan sometidos por los poderes fácticos, habrá muchos juanitos regados y el perdedor siempre será el pueblo y la democracia.
¿Acaso ya nadie recuerda que Juanito fue la única salida ante una imposibilidad jurídica que se dio a partir de una decisión facciosa del Tribunal Electoral? Al parecer no, la memoria no es el fuerte del pueblo mexicano, porque juanitos hay en cada estado y municipio, y la crítica no es personal ni discriminatoria.
La historia política moderna en México nos ha permitido ver personajes como él (Pancho cachondo, Salgado Macedonio, el Rey del Tomate, Genaro Hernández Olguín, entre otros) y nada ha pasado. Tampoco hay inconveniente en sus aspiraciones presidenciales, qué mas da si ya un personaje iletrado y con un nivel cultural muy por debajo de la media nacional fue Presidente.
El verdadero problema está en que en México se utiliza el poder público para beneficios privados a costa de lo que sea, “haiga sido como haiga sido”, y los resultados hablan por sí mismos.
El desempleo más alto en décadas, la violencia y los grupos delictivos en todo el país empoderándose día con día, la pobreza en sus máximos históricos y una clase política obsoleta que no representa a nada ni a nadie.
Por tal motivo, cualquiera con un mínimo de sentido común considera que podría manejar al país de mejor manera, entonces el problema es de fondo… el problema no es Juanito.
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