domingo, 13 de septiembre de 2009

¿Cuánto por su curul, diputada?


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Sanjuana Martínez

¿Cuánto quieres por una curul de la simulación? Las y los diputados sin escrúpulos venden sus escaños al mejor postor. Es la moderna democracia que impera en el Congreso de la Unión, mercantilizada y escandalosamente vergonzosa.

La 61 Legislatura está marcada por la estafa; ésa es la palabra que define la acción de ocho diputadas federales que pidieron licencia para “separarse del cargo indefinidamente” y ceder sus curules a ocho diputados hombres.

La degradación a la que se han sometido las diputadas representa una infamia para las mujeres mexicanas que tanto han luchado por alcanzar el equilibrio lejano de las cuotas electorales en este país.

Pero hay que ponerle nombre a la infamia y tener memoria histórica para que no se nos olvide que las cuatro diputadas del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) son Laura Elena Ledesma Romo, Kattia Garza Romo, Mariana Ivette Ezeta Salcedo y Carolina García.

En el caso de Garza Romo, es el colmo, ya que esa mujer cede su curul a su esposo Guillermo Cueva Sada. Con nexo afectivo también se presenta el caso de Mariana Ezeta, que como buena hermana le cede su puesto a Carlos, trabajador de Televisa, para que todo quede en familia.

Sin algún lazo aparente por razones de familia, muchas nos preguntamos cuánto le dieron a Carolina García por cederle su puesto a Alejandro del Mazo, hijo del ex gobernador Alfredo del Mazo, o a Laura Ledesma, hermanita del líder del PVEM en Baja California, quien decidió dejar su curul al ex diputado federal Maximino Fernández.

En el caso del Partido Revolucionario Institucional –el PRI– que amenaza con aumentar la ignominia, las diputadas traidoras al género son Ana María Rojas y Yulma Rocha, ambas cedieron sus curules a prominentes personajes de la política.

También jugaron a ser marionetas Olga Luz Espinoza, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), hermana de un empleado de Carlos Esquinca, ex funcionario chiapaneco; y Anel Nava, del Partido del Trabajo (PT), empleada del fundador del PT en Durango, Alfonso Ríos, a quien le entregó su puesto.

Los pretextos de esas tramoyistas sobran: embarazos, enfermedades, atención a los hijos, carga familiar; todas son excusas inaceptables también dentro de la lucha de género, porque la mujer está capacitada, igual que el hombre, para hacer coincidir perfectamente su vida personal con su vida laboral, claro está, con un camino mucho más laborioso y complejo.

Las señoras diputadas que pidieron licencia traicionan el principio elemental de la democracia: el respeto al voto. Traicionan a su electorado, a la causa de las mujeres emprendida hace años por conseguir una paridad de sexos en la política de este país, dominada aún por los hombres; y violan la ley que establece el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) respecto a las cuotas.

El sistema de “licencias indefinidas” es posible gracias a los resquicios de las normas que rigen el funcionamiento de la Cámara Baja, por tanto, es un nuevo reto para la actual Legislatura modificarlo. Ese método pernicioso debe desaparecer por una cuestión elemental de dignidad y en particular porque se trata de una auténtica expoliación al voto ciudadano.

Los suplentes de esas señoras vivirán el estigma durante la Legislatura de ser un fraude a la democracia. (CIMAC)

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