Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Diego Miramontes de León
Sin lugar a dudas la crisis económica mundial golpea más a unos países que a otros. Entre los más afectados se encuentra el nuestro y no es por casualidad. Quizá sea cuestionable que un país como el nuestro, con recursos naturales que muchos otros no tienen, esté mejor preparado para contingencias económicas como la actual.
Después de la bonanza del anterior periodo sexenal no ha quedado algo para hacer frente a las necesidades financieras actuales, a la demanda de mayor empleo, al requisito de aumentar y mejorar la producción en todos los sectores, a la exigencia de mayor seguridad, a la urgencia de mayor y mejor educación.
Al interior también es claro que la crisis golpea más a unos sectores sociales y productivos que a otros, y para impedir mayores estragos se buscan las mejores o las menos peores salidas del problema. Para intentar atender parte de las exigencias antes mencionadas el gobierno federal busca hacerse de más y nuevos recursos y para ello propone el alza y creación de impuestos.
Otra medida desesperada es sin duda el recorte al gasto público, sin embargo, aún no estamos de acuerdo en lo que significa gasto e inversión. Esa diferencia se debe a la discrepancia en los intereses, así como en la visión de unos y otros.
Para mencionar algunos de los cambios a los impuestos que se proponen se tiene 4 por ciento en telecomunicaciones, incluyendo Internet, telefonía celular y la televisión por cable; 2 por ciento a la venta de bienes y servicios, incluyendo alimentos y medicinas; 2 a 3 por ciento en depósitos en efectivo a partir de 15 mil pesos y aumentar de 28 a 30 por ciento el Impuesto sobre la Renta (ISR).
No hay alguna garantía de que tales medidas no afectarán el bolsillo de los ya aceptados públicamente como 50 millones de mexicanos pobres. Sin embargo, existen otras medidas drásticas que se refieren a los cortes presupuestales, que sí afectarán a los 117 millones de mexicanos.
El recorte del presupuesto a la educación superior, de becas y a los programas de investigación dejarán en el último lugar a nuestro
país en materia de educación, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Desde agosto de este año se han aplicado recortes al presupuesto de las instituciones de educación superior y para el año próximo se propone una disminución adicional de 14.2 mil millones de pesos, equivalente a 6.7 por ciento de los recursos del sector educativo.
Respecto a las becas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se propone 24.4 por ciento de incremento a los programas de posgrado con competencia internacional y una reducción de 30 por ciento a los programas en desarrollo y 40 por ciento a los posgrados de reciente creación, dejando sin modificar a los programas consolidados.
Dicha medida provocará, sin lugar a dudas, un mayor distanciamiento entre los programas de alta calidad y los de reciente creación o los que transiten hacia su consolidación. A pesar de que en los discursos se hable de cerrar brechas, tal medida sólo las agravará, repitiendo el esquema de rezago de nuestro país respecto a los países miembros de la OCDE.
La educación es sin duda una inversión que no todos logran entender, como lo señala Francisco Javier Domínguez Garay en su primer informe como rector de la máxima casa de estudios; “el quehacer de la Universidad Autónoma de Zacatecas tiene una importancia que excede los ámbitos académicos y científicos, ya que estas instituciones contribuyen de manera decisiva a garantizar estabilidad política, movilidad social y propuestas para el desarrollo nacional”.
El rector Domínguez Garay es muy enfático al agregar que “los recursos destinados a la educación, sobre todo al nivel superior, no pueden considerarse meramente como gasto”.
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