Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Jessica Isla*
Casi siempre sé qué escribir. Soy escritora, a eso me dedico, a juntar las palabras para que puedan entenderse, leerse, compartirse. Hoy, sin embargo, las palabras se encuentran en algún lugar lejano entre mi cerebro y mi pecho. No quiero ni hablar. Estoy triste.
Hoy que pensábamos que el Presidente aterrizaba en Tegucigalpa, militarizaron el aeropuerto y el Ejército abrió fuego contra más de 500 mil civiles indefensos y desarmados, entre ellos hombres, mujeres y jóvenes.
De nada valió que nosotros y nosotras fuéramos desarmados, de nada valió decir que era una resistencia pacífica, de nada valieron las protestas, gritos y llantos ante esa horda de asesinos y salvajes.
Entre los muertos, que hasta ahora son tres, se encuentra un joven de 14 años y no puedo evitar pensar en parte de mi familia que tiene esa misma edad. Pienso en el dolor de su madre cuando reciba la noticia, pienso en la existencia arrebatada de un golpe, cuando se manifestaba por la libertad y la vida.
Pienso también en la alegría de las compañeras que bailaban y gritaban cuando el avión donde venía el Presidente sobrevoló la manifestación donde estábamos y el ritmo de los tambores que celebraban su regreso, la gente bailando y luego la desmovilización urgente porque el gobierno de facto ordenó a última hora el toque de queda a las 6:30 de la tarde, cuando todavía a las seis protestábamos.
Que quede claro, protestamos, estamos en resistencia por el regreso de la democracia de la libertad, aunque muchos fascistas no quieran entenderlo. Me duele el lado izquierdo del cuerpo, lugar donde si creemos a la medicina china y a la homeopática, guardamos los sentimientos.
También me duele la izquierda política, porque un grupo que se hace llamar “la izquierda inteligente” se ha unido a la clase de poder en la represión, y justifica las acciones violentas de la derecha con argumentos sacados de quién sabe dónde. Sólo esperemos que, como dijo Cristina Kirchner, los brazos de la represión no lleguen a tocar las puertas de sus casa el día de mañana.
El movimiento popular se reconfiguró y vemos otras caras y otros actores políticos en el escenario. Sabemos que siempre han estado allí, pero ahora han resurgido y están en las calles: el movimiento indígena y afro-descendiente, el movimiento feminista, el movimiento de patronatos y barrios, el movimiento estudiantil.
Asimismo, maestros y maestras, lideresas de barrios, artistas, escritoras y escritores, teatreros, pintoras, personas que salen a las calles sin afiliación alguna y sobre todo muchos jóvenes de ambos sexos, marchando, luchando por lo que creen.
Hoy visité de nuevo mi lado triste y en este momento eso también me da fuerzas, así como la alegría y el dolor. Somos muchas, muchos, y todos somos Honduras. Llegaremos hasta el final porque estamos en resistencia y eso es estar amando en la vida, luchando por la libertad.
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