El 14 de abril escribí en este espacio, entre otras cosas, lo siguiente: “Desde su justa indignación, Sicilia ha hecho un llamado ciudadano no sólo para que se esclarezca el crimen, sino también para que se pare este baño de sangre”. Días después, el poeta acudiría a la Cámara de Diputados a exigir, como muchos lo hacíamos meses antes, que no se aprobara la reforma a la Ley de Seguridad Nacional.
Hoy, sin embargo, a sólo tres meses de aquellos hechos, Sicilia parece promover lo contrario: presiona al Congreso para que se apruebe la reforma política, pero también la de seguridad nacional. Esta última permitiría que las Fuerzas Armadas ejerzan funciones de policía de manera “legal”. De aprobarse esta ley pasaríamos de un gobierno civil a uno militar, y a pesar de ello se impulsa con el eufemismo de la “unidad nacional”. ¿Queremos unidad nacional a costa de la represión militar y la violación a derechos humanos?
Mañana, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Sicilia se reunirá con el Congreso de la Unión para discutir sobre seguridad. Pero no debe perderse de vista que, en su evolución, este movimiento ha abanderado también otras causas, específicamente la reforma política.
Sus argumentos a favor de la minuta de reforma política enviada por el Senado tienen que ver con un presunto beneficio para los ciudadanos. Se argumenta que figuras como las candidaturas independientes, la iniciativa ciudadana y la consulta popular fortalecerán a los ciudadanos frente a la partidocracia. Al respecto, es necesario aclarar varios puntos.
Es innegable que los partidos políticos se han convertido en instituciones cerradas, jerárquicas y alejadas de los ciudadanos. No obstante, no debe perderse de vista que, históricamente, varios partidos políticos en México, fundamentalmente de izquierda, tuvieron un papel destacado en la lucha por la democratización y las libertades. El Partido Comunista Mexicano, el Partido Mexicano de los Trabajadores o el Partido Revolucionario de los Trabajadores lucharon durante décadas con movimientos y organizaciones sociales en defensa de causas populares. Los partidos de hoy han abandonado en buena medida esas causas, pero la minuta de reforma política del Senado no contiene medidas para solucionar este problema.
Existen diversos mecanismos de la democracia participativa que pueden fortalecer y transparentar al sistema político. El plebiscito, el referéndum, el presupuesto participativo y la revocación de mandato son algunos de esos mecanismos. Todos ellos están ausentes de la reforma política que se discute hoy.
Se argumenta que las candidaturas ciudadanas permitirían que cualquier ciudadano pueda ejercer su derecho a ser votado, sin tener que pasar por el monopolio de los partidos. Suena bien. Pero existen varios problemas en relación a estas candidaturas que no pueden ser ignorados, como la fiscalización de gastos de campaña y la representación en organismos electorales. Además, aprobar las candidaturas independientes sin una reforma profunda a la Ley de Medios, por ejemplo, permitiría que únicamente aquellos ciudadanos con cuantiosos recursos económicos y vínculos de alto nivel pudieran aspirar a ser candidatos con posibilidades de triunfo. Ello no contribuiría de ninguna manera a fortalecer la democracia, ni a revitalizar al sistema político. Por el contrario, con la propuesta que apoya Sicilia se estaría dando mayor poder a las televisoras para, en los hechos, promover a un gran empresario “ciudadano”, como ocurrió en el caso lamentable de Berlusconi en Italia. El llamado ciudadano es a frenar el baño de sangre; ni el Ejército ni un Berlusconi mexicano saben cómo lograrlo.
Fuente: El Gráfico
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