Por: Hugo Muleiro
¡¡ULTIMO MOMENTO!! Se descubrió que el chavismo, en su dinámica de avanzada regional, continental, mundial e interplanetaria, está manipulando protestas generalizadas de estudiantes de nivel medio de la Ciudad de Buenos Aires. Esa es la ''denuncia'' que hizo el jefe de gabinete del gobierno de la capital argentina, un señor de apellidos Rodríguez Larreta, tras varias semanas de asambleas, manifestaciones públicas y tomas de colegios de estudiantes de entre 13 y 18 años.
El funcionario iluminó así a la audiencia global, para evitar confusiones: los reclamos para que en el invierno funcione la calefacción ahora desactivada o inexistente; para que no se caigan techos en las aulas ni trozos de mampostería de 3 ó 4 kilogramos; para que las paredes no estén agujereadas; para que funcionen ascensores para alumnos y profesores que no pueden emprender varias veces por día las escaleras; para que haya al menos un sanitario por piso para mujeres y varones; para que termine el calvario de estudiantes que peregrinan entre tres y cuatro lugares diferentes porque no tienen edificio propio en su escuela, esconden en realidad la avanzada del ''chavismo'', con fines que, por tan obvios y conocidos, no hace falta explicar.
En esto que parece ser un complot contra la perfecta democracia que funciona en la ciudad -como lo demuestra el estado de su educación- está involucrado, de paso, una agrupación política local, llamada ''La Cámpora'' (por el ex presidente peronista Héctor Cámpora), que se identifica con el gobierno nacional. Así lo dijo el funcionario.
La aseveración de Rodríguez Larreta podría ser dejada de lado como una anécdota insignificante, como una humorada de poca altura, una idiotez o una enésima expresión de fobia de la derecha argentina hacia todo lo que no le obedece, sino fuera porque forma parte de un conjunto de ataques contra estudiantes valerosos, comprometidos, que ponen su cuerpo, su energía y su tiempo para resolver problemas que el sistema político de los adultos no atina a solucionar.
Como el lector podrá adivinar, una buena parte de esos ataques están motorizados por medios de difusión que antes de preguntar si algún alumno se lastimó por el desastre edilicio de decenas de escuelas se lanzan a indagar sobre su filiación política, que si son o no militantes de este o aquel partido, que si tienen o no buenas notas, que si suspenderán las tomas de los colegios para hacer sus viajes de egresados, que si por la noche las tomas son en realidad encuentros festivos donde, por supuesto, circulan drogas y alcohol.
En pocas palabras, interrogaciones y discursos que tienen el propósito expreso de poner a los reclamantes bajo estado de sospecha, corroer su credibilidad pública, crear dudas sobre su dignidad y sus propósitos. Este no es por cierto un invento argentino: es para sociólogos y filósofos explicarnos cómo la gran mayoría de las sociedades, sobre todo las que se estructuran en prácticas de dominación de pocos sobre muchos, incluyen invariablemente el reflejo de embestir a sus adolescentes y jóvenes, para controlarlos, descalificarlos, no reconocerles espacios ni derecho a peticionar, ni poder de decisión. Y, si sacan la cabeza al gran escenario democrático antes de que se las aplaste el techo de la escuela, hay que cortárselas.
Evidencia de esta postura es también otra decisión de las autoridades de la capital argentina: procurar una y otra vez confeccionar la lista de los alumnos que participan de las tomas, una especie de inquisición ya lanzado el siglo XXI por un gobierno cuyo jefe, el empresario derechista Mauricio Macri, está procesado como responsable directo de un sistema de escuchas telefónicas ilegales que puso en la mira a adversarios, militantes sociales y hasta ¡su cuñado!, pero en este caso vigilado no porque sea un representante encubierto del chavismo sino por unas disputas por la fortuna de la familia, conseguida quién sabe con qué métodos.
El modo totalitario que expresa la reacción contra los alumnos, la intolerancia ante sus pedidos más bien elementales, el discurso de los ''medios independientes'' para descalificarlos, expresa además un estado de mal disimulada furia porque estos adolescentes y jóvenes parecen decididos a revertir, al menos parcialmente, una de las conquistas mayores de la derecha argentina desde fines de los 80 en adelante: sumergir a la población en la apatía, ajena a cualquier aspiración colectiva, conseguir generaciones nuevas de distraídos, apáticos, alejados de toda posibilidad de participación, convertirlos en mecanismos pasivos donde impere la búsqueda individual antes que la articulación con los otros en el escenario social, lo que incluye muy especialmente eliminar todo intento de usar el espacio público para volverse visibles.
El empresario Macri, y todo lo que resume y expresa junto con sus funcionarios, no quiere que en su territorio, que imaginó como un feudo, se exprese un país en movimiento, que resista las injusticias, con sectores de la población peleando por lo que merecen y por ser parte de un proyecto de país que incluya el respeto a un derecho tan elemental como el acceso a la educación.
Fuente: TeleSur
Difusión: soberanía popular
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