domingo, 6 de septiembre de 2009

Soberanía latinoamericana contra el Destino Manifiesto


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Ernesto Montero Acuña*

–Primera de dos partes–

LA HABANA. La defensa de la soberanía y la integridad de Latinoamérica y el Caribe fue un éxito en la Cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), aunque la resistencia tenga que continuar.

El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, insistió en la defensa de las instalaciones estadunidenses, una posición rebatida en diverso grado, aunque unánimemente, por el resto de los mandatarios.

Ninguno se adhirió al objetivo de Bogotá y Washington, impulsado por sectores dominantes en ambos países, aunque no todos se opusieron con pareja energía a quienes asumen el terrorismo y el narcotráfico como justificaciones.

Las siete bases de Estados Unidos en el país suramericano están destinadas a controlar una región estratégica y sus cuantiosos recursos vitales y no a enfrentar el tráfico de drogas y las acciones de la guerrilla, un problema histórico e interno colombiano.

Especialistas consideran que los medios bélicos resultan adecuados para otras contingencias y más que todo para el propósito de recuperar los espacios perdidos por la potencia del Norte en una Latinoamérica que desde hace más de 200 años estima predestinada a pertenecerle.

Para tal efecto implantó la teoría de la fruta madura con respecto a Cuba, aplicada a raíz de la guerra de 1895; y la Doctrina Monroe, elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe, quien la enunció el 2 de diciembre de 1823.

En el caso cubano, se aplicó la Enmienda Platt, que incluía como condición para la independencia la ocupación de una parte del territorio y otras exigencias; y en el de Latinoamérica se consagró el destino del patio trasero, generalmente llamado Manifiesto.

Hugo Chávez, tropiezo para Estados Unidos

Dicha doctrina, emitida como corolario por el presidente Theodore Roosevelt en 1904, consiste en que cualquier país de la región podría ser intervenido por Estados Unidos para defender lo que ese país entienda como derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadunidenses.

Se establecen analogías ahora entre el caso de Cuba y el enclave militar en Guantánamo, rechazado por el gobierno de la isla y su población; y las bases en Colombia, concebidas como proyecto de largo plazo para sostener en cautiverio la soberanía de este último país.

Merece recordarse que un avión sin piloto de Estados Unidos bombardeó con misiles en pasado día 27 una vivienda en la aldea paquistaní de Kani Kuram, fronteriza con Afganistán, donde ocasionó ocho muertos y nueve heridos, como resultado del cuarto ataque aéreo del Pentágono en el mes.

Las autoridades nacionales exigen, sin éxito, que cesen tales agresiones originadas en la base estadunidense de los Predadores, enclavada allí por un “acuerdo tácito” entre ambos gobiernos.

Políticos latinoamericanos consideran graves las perspectivas de su región, mantenida durante las últimas cuatro décadas del siglo 20 bajo dictaduras militares, con apoyo de Estados Unidos o de gobiernos neoliberales respaldados por aquel país para cobrar débitos externos, garantizar trasferencias netas de recursos y sostener su posición estratégica.

Si se exceptúa la resistencia de Cuba durante 50 años, el hecho más significativo en contra fue el triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998, en Venezuela, con su propósito de impulsar cambios sociales, no sólo para su país, como forma de garantizar el progreso y la soberanía de la región.

A tales intenciones se unen Bolivia, Ecuador, la mayoría de los países suramericanos y otros centroamericanos y caribeños con proyectos como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Mercado Común del Sur y la Comunidad del Caribe, políticamente concertados en el Grupo de Río y Unasur.

En la Cumbre de Bariloche, Argentina, se manifestó el 28 de agosto la oposición regional a las bases estadunidenses en Colombia, fuera de cualquier concertación y control regionales o de la nación que las abriga, que es la tercera receptora de ayuda militar norteamericana tras Israel y Egipto.

Como parte del llamado Plan Colombia, ese país suramericano ha recibido seis mil millones de dólares desde el año 2000 y ahora es receptor de 500 millones anuales.

Por su parte, el Estado hebreo obtendrá tres mil millones por año durante una década y Egipto mil 300 millones en igual periodo, por el mismo concepto, además de 500 millones en asistencia económica.

Desestabilización en América Latina

Condicionado por su estrategia global, Estados Unidos brindará al gobierno sionista, durante los próximos 10 años, ayuda militar por 30 mil millones de dólares, una cifra sin precedentes.

A la luz de tales realidades, los miembros de Unasur, encabezados por su presidente pro témpore, el ecuatoriano Rafael Correa, rechazan el acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos.

Consideran que afecta la estabilidad en la región y constituye un grave peligro para la paz en América Latina al situar a Colombia como un peón semejante al Estado sionista.

El mandatario ecuatoriano ha declarado que los argumentos colombianos sobre guerrilla y narcotráfico “no resisten el menor análisis”, por lo que no deben buscarse culpables donde no los hay.

“La responsabilidad está en Colombia”, y “Ecuador, como los demás vecinos, somos víctimas del gobierno colombiano”, agregó. A eso añade que las bases militares ahora bajo control estadunidenses son una cuestión de soberanía regional, no nacional, pues generan desestabilización en toda el área.

El venezolano Hugo Chávez opina al respecto que lograr ese desequilibrio es uno de los propósitos de Estados Unidos contra su país y los demás del ALBA, de ahí que se rechace la llamada soberanía colombiana.

Unasur es una comunidad política y económica integrada por 12 países independientes suramericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.

* Periodista de la Redacción de Servicios Especiales de Prensa Latina

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