Resultó en vano esperar un saludo de los gobernantes
Fuente: La Jornada de Jalisco
JORGE COVARRUBIAS
El único contacto que tuvieron los de a pie con los mandatarios de Estados Unidos, Canadá y México, fue cuando estos arribaron a la ciudad y se fueron de ella en largas caravanas de vehículos blindados que se abrieron paso por las principales avenidas de Guadalajara hasta llegar al aeropuerto Miguel Hidalgo.
Ni siquiera el rostro pudieron verles. Los mandatarios no se dignaron a bajar los cristales de sus acorazados, cuando la gente esperaba al menos eso, una mano saliendo de las ventanas.
Los convoyes equipados por unidades de suburbans último modelo salieron del Instituto Cultural Cabañas y se enfilaron rápidamente hacia el aeropuerto.
La Cumbre de Líderes de América del Norte que reunió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, y al presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, había concluido alrededor de las 13 horas.
Decenas de personas que observaban hacia el Instituto Cultural Cabañas (sede de este evento) desde las vallas de contención que el Estado Mayor Presidencial colocó muy cerca del Centro Joyero y la escultura de la inmolación de Quetzalcóatl, esperaban ver al menos la silueta de Obama saliendo por el acceso principal del edificio.
Con el sol a plomo, la gente se mantuvo expectante y no se retiró del lugar hasta ver al presidente más famoso del orbe. Sin embargo, la espera fue inútil. Los tres mandatarios salieron, dijo un fotógrafo de prensa, por un acceso en avenida República que se desconocía hasta ahora, y de ahí doblaron por la Calzada Independencia para tomar después Avenida Juárez.
María Guadalupe, hermana de un teniente desaparecido del Ejército Mexicano, dijo entusiasmada que Barack Obama podría equipararse al mítico movilizador de masas Martín Luther King.
Cuando ella terminaba su frase, el presidente afroamericano ya estaba en camino hacia el aeropuerto a bordo de una de las camionetas que dispuso su equipo de seguridad.
Obama fue el primero en salir del recinto, custodiado por agentes de tránsito, patrullas de la policía federal preventiva (PFP) y policías investigadores de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) a bordo de motocicletas.
Su salida fue acompañada por dos helicópteros Ch-53E Superstallion, de la Marina de Estados Unidos que sobrevolaron el perímetro de seguridad cercano al Instituto Cabañas.
Obama prescindió esta vez de “La Bestia”, una limusina presidencial a prueba de balas, misiles y explosión de granadas.
Transcurrió casi media hora para que apareciera otro convoy, esta vez con el primer ministro canadiense Stephen Harper, y el acto del desfile volvió a repetirse.
Cientos de personas que transitaban por el lugar presenciaron el paso de los convoyes, apostados en las nuevas aceras que construyó el municipio de Guadalajara.
“Es pura caca grande”, dijo risueña una señora que caminaba con un chiquillo.
El último convoy en abandonar el Cabañas fue el del presidente de México Felipe Calderón Hinojosa, curiosamente el más numeroso. El mandatario reforzó su seguridad con militares del Ejército Mexicano.
A la caravana del mandatario se sumaron dos autobuses que trasportaban a la prensa estadunidense, la más atendida, cuentan los que estuvieron dentro.
Ni Harper, ni Obama, ni Calderón pudieron percatarse del gran congestionamiento vial que motivó el que les dejaran las arterias viales sólo para ellos.
Los de a pie pudieron disfrutar de las calles del centro, liberadas de automóviles, sólo para ellos. Quizá sea lo que más se extrañe de la visita de Obama, un Centro Histórico ad hoc para el esparcimiento.
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