J. Enrique Olivera Arce
México. Confesiones de familia
En mi apunte del sábado 11 del mes en curso, comenté que: Así como en el caso de la influenza los cerdos no tienen la culpa, puesto que los marranos han sido otros, el peligro real para el presente y futuro del país, reside en el contubernio evidente entre un empresariado contrario a los intereses de la Nación y la oportunista y desclasada partidocracia bajo el control del PRI y del PAN.
Sugiriendo la conveniencia de releer a Porfirio Muñoz Ledo, en tanto que “La Ruptura que viene”, de su autoría, “pone al desnudo al PAN y al régimen calderonista, hoy se hace imprescindible para entender medianamente un escenario en el que a la debacle de Acción Nacional se suma la del PRI, aliado en lo sustantivo de las fuerzas políticas y económicas retardatarias, internas y externas, que el primero representa”.
Todo esto en relación al escándalo a que diera lugar el libro de Carlos Ahumada “Derecho de Réplica”, que pone al desnudo las corruptelas de destacados personajes del PRI, PAN y PRD.
No pasó una semana para que mi percepción sobre la crisis al interior del PRI fuera confirmada. No sólo se iguala con la que vive el PAN en su rápido proceso de descomposición a partir del arribo a la presidencia de la República de un ranchero arribista y ramplón. Las “confesiones de familia” vertidas por Roberto Madrazo y las precipitadamente desmentidas del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, dejan entrever que al interior del PRI no cantan mal las rancheras. La lumpenización de la cúpula de las dos fuerzas políticas más emblemáticas del país, pone de manifiesto el nivel de descomposición de la vida política de México.
Oscuros intereses de personajes de primer nivel de ambos partidos, aliados con lo más negativo del capital nacional y extranjero, en un entramado delincuencial que tiene por botín a México, se hacen públicos, confirmando lo que para el sentido común en la percepción de millones de mexicanos, era más que evidente. El país ha sido y es gobernado por una mafia. La democracia simulada acompañada del ya clásico gatopardismo, constituye apenas el telón tras el que se oculta, o se ha intentado ocultar la degradación ignominiosa de una mediocre clase gobernante al servicio del gran capital.
Palo dado ni dios lo quita, reza la conseja popular. Los esfuerzos por diferenciar al PRI del PAN, o viceversa, al calor de una contienda electoral ya calificada como “guerra sucia”, serán en vano, al igual que todo lo que se haga o diga por desmentir a Carlos Ahumada, Roberto Madrazo y Miguel de la Madrid. Las “confesiones de familia” han golpeado y calado hondo en la ciudadanía y ello se reflejará en las urnas.
Si en la Cámara de Diputados se estimara para antes del escándalo a que dieran lugar las “memorias” de un criminal confeso, un abstencionismo del 68 por ciento en la elección de julio próximo, el descrédito de la clase política, que habrá de incrementarse con dimes y diretes a lo largo de las próximas semanas, ofrece malos augurios, pudiéndose prever resultados electorales quizá legales pero con un alto contenido de ilegitimidad.
La población está ofendida, lastimada, sintiéndose engañada y manipulada, por lo que no sería de extrañarse su ausencia en las urnas. El negarse al sufragio se contempla ya como opción única para manifestar el repudio a la degradación de la política. Si hace unas semanas el abstencionismo o el voto nulo se contemplaran por muchos ciudadanos como un retroceso democrático, a estas fechas la incredulidad e indignación social se está encargando de generar una opinión en contrario: votar es tanto como legitimar un estado de cosas que nada tiene que ver con la democracia y la representatividad ciudadana en el ejercicio del poder público.
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