Pablo Cabañas Díaz
* A quienes lo visitaban en Palacio y le daban apoyo como Octavio Hernández, les decía: “No sabe cuánto agradezco y estimo su felicitación, porque es un privilegio recibirla y estrechar la mano de un hombre que tiene los huevos tan bien colocados como usted”. * Instruyó al general Gutiérrez Oropeza: “Si en el desempeño de sus funciones tiene usted que violar
“Durante los recientes conflictos que ha habido en la ciudad de México se advirtieron, en medio de la confusión, varias tendencias principales: la de quienes deseaban presionar al gobierno para que se atendieran determinadas peticiones, la de quienes intentaron aprovecharlo con fines ideológicos y políticos, y la de quienes se propusieron sembrar el encono... “
Quinto Informe de Gobierno, Gustavo Díaz Ordaz.
Gustavo Díaz Ordaz asumió la responsabilidad pero no la culpabilidad de los hechos acontecidos en la plaza de Tlatelolco en 1968. Ese día se propuso restaurar la situación previa al 26 de julio. Para ello tenía que definir tres escenarios: disolver el movimiento, reunificar al gobierno y designar a quien le habría de suceder en la Presidencia de
Cercano a su muerte, Díaz Ordaz entregó a su familia una serie de carpetas y cintas grabadas con sus memorias. Por decisión de sus herederos, hasta hoy han permanecido inéditas y no sabemos qué fue lo que influyó más en el ánimo y en la toma de decisiones de Díaz Ordaz respecto a la orden dada en el sentido de que no quería más “desordenes”.
En una recopilación editada por la revista Proceso en 1980, bajo el titulo 1968 el principio del poder, se alude que Díaz Ordaz agradeció al diputado Octavio Hernández una visita a Palacio Nacional y su apoyo por la matanza del 2 octubre en el siguiente tenor: “No sabe cuánto agradezco y estimo su felicitación –contestó–, porque es un privilegio recibirla y estrechar la mano de un hombre que tiene los huevos tan bien colocados como usted”.
A la fecha son escasas las publicaciones sobre lo acontecido en esos días. El libro Díaz Ordaz y el 68, de José Cabrera Parra, muestra desde dentro lo que sucedió en aquellas jornadas que podrían ubicarse, entre el 26 de julio y el 2 de octubre de 1968, pero le es imposible al autor armar el rompecabezas sin el respaldo público de las memorias del protagonista de los hechos. En el libro La presidencia imperial, Enrique Krauze reproduce algunos fragmentos de las memorias. El historiador explica en el texto cómo tuvo acceso a los documentos: “A sabiendas de que por razones de experiencia generacional y de convicción profunda, mi juicio sobre el desempeño político de su padre era y es francamente adverso, Gustavo (su hijo mayor) –sin mediar entre nosotros amistad ni conocimiento previos– no sólo accedió a dar su punto de vista y aportar sus recuerdos”.
Para el expresidente los verdaderos mártires fueron los soldados que murieron en
Los hechos históricos muestran que en repetidas ocasiones Díaz Ordaz intentó poner “orden”. El 1 de septiembre, el presidente amenazó con sofocar el movimiento estudiantil. El día 7 de septiembre se celebró un mitin en Tlatelolco. Dos días después, el rector de
La tarde del 2 de octubre de 1968, cuando la ciudad guardaba un sospechoso silencio, miles de estudiantes salieron a la calle a protestar contra el autoritarismo gubernamental, que se hacía presente en persecuciones, secuestros, torturas y asesinatos contra quienes mostraban públicamente su rechazo. El régimen respondió enviando al Ejército y toda su estructura policiaca a reprimir y asesinar a quienes osaron manifestarle su repudio. El 12 de octubre fueron inaugurados los XIX Juegos Olímpicos, en Ciudad Universitaria. Para ello, se declaró un periodo vacacional. Después de la clausura de los juegos, la actividad universitaria tendió a normalizarse. La huelga estudiantil concluyó oficialmente el 4 de diciembre.
El exjefe del Estado Mayor Presidencial en 1968, general Luis Gutiérrez Oropeza, en su libro titulado Memorias, publicado en 1988, señala que el presidente Gustavo Díaz Ordaz le instruyó: “Si en el desempeño de sus funciones tiene Usted que violar
La vida de Díaz Ordaz quedó minada después del 2 de octubre. Irma Serrano se hizo célebre hace años por su relación amorosa con él. La actriz expuso en una entrevista publicada por
Poco después de haber dejado
En 1998, en una entrevista con la revista Milenio, el 28 de septiembre, Gustavo Díaz Ordaz Borja recordó aquellos días y la furia de la familia contra Luis Echeverría Álvarez. El siguiente es un fragmento textual.
¿Cuál es la percepción que tenía de Luis Echeverría?
—Lo traté antes de que fuera candidato. Pensé que era leal.
¿Ya cambió su opinión sobre la lealtad de Echeverría?
—No estoy seguro. La verdad es que no estoy seguro. La lealtad creo que no existió. En todo caso hubo una, la del secretario de Gobernación al presidente. Pero ahora de eso tampoco estoy seguro.
¿Luis Echeverría dice que tan pronto se hizo entrega del poder, nunca más volvió a ver a su padre y que incluso llegó a saber que éste se arrepentía, se miraba al espejo y se repetía: pendejo, pendejo…
—La verdad no sé en qué se base, pero no es cierto, porque a mi papá nunca lo escuché pendejearse. Probablemente sí se haya arrepentido de hacerlo candidato, pero no por la ruptura, sino porque vio que estaba empinando al país. Mi papá algún día dijo: “Sí Echeverría me hubiera echo algo a mí, yo se lo perdonaría, pero lo que le hizo al país no se lo puedo perdonar”.
¿Es verdad que ustedes estuvieron a punto de impedir que Luis Echeverría fuera al sepelio de su padre?
—Cuando supimos que iría, pedimos a José López Portillo que le dijera que no fuera. Vino un funcionario, un amigo común, nos dijo que el presidente, por unidad nacional, nos pedía que aceptáramos. Fue y desde luego tuvo un recibimiento muy frío.
Mi hermana Guadalupe no lo saludó, antes había dicho que lo abofetearía; tampoco Alfredo.
¿Por qué se sentían lastimados?
—No sentíamos que era sincero.
Agitadores profesionales
Díaz Ordaz se empeñó en mantener su versión, en el sentido de que “agitadores profesionales” metidos en el movimiento estudiantil eran los responsables de la masacre. En la conferencia de prensa que ofreció en 1977, al ser designado para ocupar la embajada de México en España, insistió: “Los disparos fueron hechos desde la azotea del edificio Chihuahua. De allá dispararon perversamente en contra de los soldados, contra sus propios compañeros; por el nerviosismo del momento y su falta de práctica en el manejo de las armas que ellos habían conseguido o que a ellos les habían dado, no pudieron controlar los disparos y no solamente hirieron y lesionaron a soldados, sino también a sus propios compañeros”.
Díaz Ordaz terminó refugiado en su amargura y soledad, las sombras de Tlatelolco le persiguen todavía.
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